«De los álamos vengo, madre, de ver cómo los menea el aire...», he creído siempre que eran unos versos de no sé qué poeta ... que nunca me preocupé de averiguar hasta ahora cuando escribo esto en el día de Nochebuena y me entero que se trata de un villancico del clérigo y compositor extremeño Juan Vázquez, vinculado al renacimiento andaluz allá por el siglo XVI.
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A mí, la letra de ese villancico siempre me ha parecido muy poética y llena de un sentimiento extraño, y en mi interior la interpreto con melancolía, y a mi manera, y en vez de álamos, imagino las encinas de una dehesa donde pasé unas navidades con mis abuelos allá por los años 60 del siglo pasado. Y no sé si el aire meneaba las encinas, pero la letra de dicho villancico evoca en mí un día oscuro, lleno de grisura, inmerso en una soledad antigua, habitada sólo por un niño y su madre, y un aire imaginado moviendo las hojas tristes de los altos álamos o de las rudas encinas extremeñas mientras se oía lejano el ladrido de un mastín, las esquilas de un rebaño de ovejas, o el tañido remoto de una campana.
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