El paludismo es una enfermedad que llega al ser humano a través de mosquitos del género Anopheles con muchos miles de muertes todos los años. ... Estos mosquitos requieren aguas someras y poco profundas. En las orillas, las hembras van poniendo uno a uno hasta 500 huevos. A los dos días eclosionan, dando lugar a una larva que se desarrolla en adulto entre 5 y 15 días en función de las condiciones ambientales. Las temperaturas son decisivas para que el desarrollo de estos animales de manera que su optima rondan los 25ºC y que a menos de 10ºC mueren.
Extremadura ha tenido la fortuna de ser estudiada y publicada por numerosos expertos y centrándome en el tema del paludismo, Justo Corchón García (1915-1995), inspector de Institutos de enseñanza media, geógrafo y autor de una excelente descripción del Campo Arañuelo, refiere que a principios del siglo XX, Talayuela era posiblemente la zona de Europa con mayor incidencia del paludismo.
El hecho, estaba relacionado con la dinámica particular del cercano río Tiétar, ya que, en primavera, las temperaturas ambientales se elevan al derretirse las nieves de Gredos, y el Tiétar sufre una fuerte crecida, desbordándose. Generalmente en unos diez días las aguas vuelven a su cauce, pero en las orillas inundadas quedan pequeñas pozas y charcones llenos de agua que se pueden mantener más de dos semanas. Al ser la temperatura ambiente templada, esas aguas retenidas se calientan y dan lugar al hábitat más adecuado para que los mosquitos del género Anopheles hagan sus puestas. Recuérdese que el emperador Carlos I, al retirarse al cercano monasterio de Yuste, muere a causa de paludismo, también llamado fiebres tercianas o malaria.
Para vencer esta enfermedad, Madrid envió a dos médicos que se asentaron en Navalmoral y que debían acabar con el origen de la epidemia. El éxito se logró al introducir en las aguas, en 1921, Gambusia holbrooki, un pequeño pez del sureste de Estado Unidos que es muy voraz de larvas de mosquitos en general. Con ellas, se «repoblaron» muchos ríos de Extremadura y Andalucía.
Años atrás, hicimos en la piscifactoría Vegas del Guadiana, de la Junta de Extremadura y bajo la dirección técnica de su entonces director, el ingeniero Juan José Pérez Regadera, un modelo-maqueta que imitaba un río. En él se hicieron varias experiencias: con gradientes térmicos horizontales en el agua y con diferentes niveles de intensidad de luz, independientemente con diversas especies de peces, principalmente carpas y tencas.
En todas las ocasiones estos animales seleccionaban temperaturas mayores de las que se citan en sus bibliografías y mínimos de luz. Se infiere que sus preferencias térmicas son más altas de las que les ofrece la naturaleza. Profundizando en las referencias sobre el efecto de las temperaturas, se encuentra que las temperaturas elevadas sobre los seres vivos, los activan acortando los períodos de desarrollo. Es decir, que esto ocurre con vegetales, mosquitos o peces.
Las temperaturas altas, cercanas a los óptimos preferidos por animales y plantas estimulan su metabolismo, alcanzan mayores tallas y se reproducen más, pero esto requiere mayor cantidad de nutrientes. Es decir, el fitoplancton demanda mucha cantidad de requerimientos minerales, que les llegan de las muy contaminadas aguas del Tajo, especialmente ricas en compuestos nitrogenados. El crecimiento del fitoplancton es el alimento del zooplancton y estos de pájaros y peces y, entre ellos, las gambusias.
Cuando se decidió la construcción de la central nuclear de Almaraz y concretamente el embalse de Arrocampo y se supo que las aguas de este alcanzarían temperaturas dentro de las preferidas por los mosquitos, lógicamente se temió que volviera nuevamente el paludismo a la zona. Pero esto no ha ocurrido después de medio siglo de funcionamiento de Arrocampo. ¿Por qué?
En el embalse de Arrocampo se da la circunstancia de que sus aguas alcanzan en algunas áreas, temperaturas de 24ºC debido a que han recibido el calor de los condensadores de la central nuclear y que son las más adecuadas para los mosquitos y para las gambusias. Por otra parte, Arrocampo es un embalse que no tiene orlas desprovistas de vegetación, debido a que siempre está lleno a tope y sus aguas contactan con las plantas terrestres de las orillas, las cuales tienen hojas y ramas que caen sobre el agua, originando zonas con escasas incidencias de la luz, haciendo de estas áreas lugares óptimos para que peces y concretamente las gambusias se hagan tan numerosas que cuando practican la freza (desove) en las orillas, parece que el agua hierve debido a los continuos movimientos a los que está sometida.
Por tanto, las aguas calientes de Arrocampo son un eficaz atractor para que los mosquitos cumplan una etapa de sus desarrollos y resultan una trampa mortal debido a las capturas por gambusias. Es decir, que se trata de una estrategia inesperada eficacísima para controlarlos. Es lo que en ciencia se suele llamar una serendipia o hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual.
Pero después de todas las transformaciones hídricas sufridas por el Campo Arañuelo: embalses, charcas, canales y el futuro cierre de la central nuclear con el consiguiente secado de Arrocampo y el cambio climático, el futuro palúdico de la zona queda en incertidumbre.
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