En estos tiempos de turbulencias políticas y comerciales, no podemos evitar reírnos un poco de la situación que se nos presenta. Trump, con su peculiar ... estilo de gobernar, ha decidido que Europa es su nuevo enemigo comercial. Y aquí en Extremadura, nos encontramos en medio de este peculiar «reality show» de aranceles y represalias.
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Trump anunció aranceles a partir del 2 de abril, como si fuera un chiste de mal gusto. «Divertíos», dijo, como si los agricultores extremeños pudieran encontrar diversión en la incertidumbre de sus exportaciones.
Pero, ¿qué pasa con aquellos que en España sintonizan con Trump? El PP y Vox, en su intento por alejarse de la sombra de Trump, se encuentran en una situación de lo más cómica. Vox, que se declara patriota, se encuentra en la incómoda posición de tener que explicar por qué apoya a un presidente que impone aranceles a productos españoles.
En Extremadura, la situación es aún más irónica. Nuestros productores de corcho, aceitunas y vino, que han trabajado arduamente para abrirse camino en el mercado estadounidense, ahora se enfrentan a la posibilidad de ver sus esfuerzos frustrados por una política arancelaria que parece más un capricho que una estrategia económica coherente.
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