Todo el año es Carnaval. Quizás los disfraces y las máscaras intenten igualar a todos y borrar diferencias o alterar las que existen en la ... realidad. El méndigo puede sentirse rey y el indigente se transforma en un instante en rico, luciendo a la antigua usanza, como un personaje de Galdós, gabán, chistera y puro; el ateo es cura por unas horas, el enfermo puede sentirse un supermán, el hombre saca a relucir sus mañas de mujer, el niño puede sentirse hombre y el ladrón, en un ataque de alucinación, se cree Guardia Civil; y lo más trágico y trunco de la vida, que es la muerte, se convierte, por arte de birlibirloque, en el llamado entierro de la sardina, con lágrimas de cocodrilo, entre lamentos y llantos de plañideras, añadidos a los vapores del alcohol festivo y alegre, que es mucho mejor que el de las broncas. Hay gente muy partidaria y amante de los Carnavales y personas detractoras; estas últimas siguen la divisa convencida de Mariano José de Larra, la que sostiene que todo el año es Carnaval.
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