Hay distintas formas de ver la realidad. La economía es una balsa de aceite, el paro es prácticamente inexistente, el precio de los alimentos básicos ha bajado considerablemente y se han consolidado la unión y la prosperidad de todas las regiones que conforman el «Estado ... español»; se ha conseguido, en definitiva, la total unión y solidaridad en la sociedad española. Muchos españoles perciben esa realidad de ensueño y votan en consecuencia, aunque voten una dictadura liderada por un iluminado, que tiene como único horizonte político el de convertir la Moncloa en su vivienda permanente. Sin embargo, otros españoles, muy pesimistas y provocadores constantes de la crispación reinante, vemos que esa «realidad» es falsa, producto quizá de los «orgasmos democráticos» de algunos políticos y muchos exultantes ciudadanos. El progresismo de salón que todo lo invade y contamina con cortinas de humo, ya hace un tiempo que se acordó del resucitado Lázaro, y le dijo a Franco: «Levántate y anda». Nos vienen a la memoria las sabias palabras de Cernuda: «Si yo soy español, lo soy a la manera de aquellos que no pueden ser otra cosa; y entre todas las cargas que, al nacer yo, el destino pusiera sobre mí, ha sido esta la más dura».

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