Hoy cumple setenta y tres años la Sociedad Española de Vehículos y Turismo (SEAT), creada por el Instituto Nacional de Industria en los primeros momentos del franquismo bajo la dirección del falangista Juan Antonio Suanzes.

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La idea era motorizar a la España de la posguerra ... con la fabricación de vehículos italianos FIAT bajo licencia, para lo cual se constituyó una sociedad participada por el INI con un cincuenta y uno por ciento de las acciones, por la banca española con un cuarenta y dos, y el fabricante italiano con el siete restante. El lugar elegido para su implantación fue Barcelona, lo que contribuyó notablemente a la pujanza de Cataluña, en cuya planta de Martorell no sólo se crearon miles de empleos y se recibieron grandes cantidades de dinero, sino que además se necesitó la participación de un enjambre de empresas satélites que también se implantaron en la zona.

Los primeros modelos en rodar por las carreteras españolas fueron los 1400, pero la verdadera estrella fue el SEAT 600, que se empezó a fabricar en 1957 y que permitió a la incipiente clase media acceder a un coche, algo impensable con anterioridad en nuestro país. En su diminuto habitáculo nos desplazamos familias enteras por las carreteras de entonces, ampliando horizontes y lanzando a un mundo nuevo a toda una España que se abría paso entre los contratiempos. Aquel coche, con su motor detrás y su maletero delante en el que apenas cabían unas cajas de zapatos, llevó sobre ruedas las ilusiones de toda una generación.

Luego vinieron otros modelos, los alargados 1500, los 1430, los 124 y otros cuantos que iban evolucionando a medida que la economía española mejoraba. ¿Y qué me dicen del Panda? Cuántas alegrías a la juventud de los ochenta y noventa, el coche de la movida, de los estudiantes, de quienes nos movimos de pueblo en pueblo mientras nos moceábamos con toda una vida por delante.

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No hay en España una familia que no tenga una historia que contar referente a los SEAT. Hazañas de padres y cinco hijos metidos en un 127 o en un 850, travesías de mil kilómetros de noche en un 124, averías en lugares insospechados en un 600 o mudanzas con muebles y colchones incluidos en la baca de un Ritmo o un 1430. O esos hitos que marcaban la modernidad, las puertas que se abrían al revés y que acabaron por cambiar, o las velocidades increíbles que alcanzaba el 128 sport, capaz de alcanzar los ciento veinte o incluso más.

Una peculiaridad que ha caracterizado a SEAT ha sido la de incluir entre las denominaciones de sus modelos toda una serie interminable con nombres de ciudades y puntos geográficos españoles: Alhambra, Arona, Arosa, Ateca, Córdoba, Ibiza, León, Málaga, Marbella, Ronda, Toledo… Los extremeños, ilusos, que nunca llevamos nada en la lotería de la industrialización, siempre pensamos que al menos estaría al caer el SEAT Mérida, pero por el momento no ha habido suerte. Quien sabe si algún día.

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