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Álvaro Sánchez
El fascismo o la vida
Opinión

El fascismo o la vida

Tribuna ·

El fascismo perdió la guerra. Por eso hoy quizás su estrategia fundamental es hacer creer que ya no existe. Pero ahí está, como si no hubiera pasado el tiempo: pujante como un zombi en todos los crepúsculos oscuros. Lo llaman «extrema derecha» en un recato lingüístico encubridor de lo que no es más que «fascismo eterno»

Juan A. Nicolás Jociles

Viernes, 24 de mayo 2024

El discurso final del barbero judío en 'El gran dictador' de Charles Chaplin rezuma la grandeza y el vigor de los principios democráticos en un momento muy comprometido para Europa (1940). Después, tras la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, el relato ... historiográfico dominante fue lógicamente la derrota del fascismo en todas sus descarnadas versiones. El gran embuste había ido tomando sustancia tras la Gran Guerra a través de impostores, arribistas, renegados y convencidos que plañían el dolor de toda patria melancólica que encontraban por el camino. Teóricos, líderes, filósofos y poetas fueron improvisando una retórica de quincalla y perfilando cuantas ocurrencias e irracionalidades se adaptaban mejor a sus inmarcesibles naciones. Lo que confirió una pátina de novedad y trascendencia política al fascismo frente a dictaduras y absolutismos anteriores, fue la sociedad de masas, el aprendizaje de las estrategias totalizadoras tanto de las viejas religiones como del comunismo soviético y el decadente irracionalismo de las vanguardias. Por debajo de su abismo sombrío sin embargo, no latía otra cosa que el miedo de ciertas empresas y magnates a la propagación de la revolución bolchevique.

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