JOSEMARI ALEMAN AMUNDARAIN
Tribuna

El hombre que mató a Liberty Valance

Los derechos humanos se menoscaban por intereses geopolíticos y depredadores, en un remedo asombroso de la prehistórica ley de la selva. La farsa es que los coribantes de todo este tinglado tienen la palabra «libertad» en la boca, carajo, pero es sólo por su avidez de casta privilegiada

JUAN A. NICOLÁS JOCILES

Martes, 4 de marzo 2025, 07:55

Imaginen: Ransom Stoddard (James Stewart) un «wok» picapleitos que ha llegado a senador por caminos inconfesables. Tom Doniphon (John Wayne) el pistolero amargado que amparado ... en la noche asesinó a Liberty Valance, un ciudadano este valiente, decidido, en sintonía con las corrientes anarcocapitalistas de libertad que dominan el mundo. Todo este funambulismo ideológico sobre el mayor monumento cinematográfico (1962) de John Ford puede estar a punto de caernos encima, como tantas cosas en esta época donde las ideas brutas y simplistas tienen un éxito terrible. La ignorancia ya es un elemento político de primer orden y empieza a proclamarse por muchos medios que el derecho debe derivar del poder de los opulentos. Parece que hemos puesto fin al camino populista que se venía gestando desde hace años. Un sarpullido emocional recorre el mundo y mucha gente ávida por odiar a alguien y concederle toda la representación de las maldades del mundo, se entrega con entusiasmo a poderosas élites tecno feudales. La corriente es poner en solfa la legitimidad y los fundamentos de la vieja democracia.

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Los modelos dictatoriales y presuntamente eficientes de China y Rusia, cautivan a los plutócratas. Porque es de plutocracia de lo que hablamos y de una descarada apología de la codicia como el objetivo moral de la vida, que diría Ayn Rand. La globalización y el fin de la Guerra Fría iban a traer la paz, la prosperidad general y el progreso. En vez de esto, el futuro está cada vez más desacreditado; hemos sufrido depresiones económicas, tropezones financieros, incremento de la corrupción como pone de manifiesto la ONG Transparencia Internacional y nada de paz mundial, sino incertidumbre preocupante. Los derechos humanos se menoscaban por intereses geopolíticos y depredadores, en un remedo asombroso de la prehistórica ley de la selva. La farsa es que los coribantes de todo este tinglado tienen la palabra «libertad» en la boca, carajo, pero es sólo por su avidez de casta privilegiada. Hasta los muertos, invadidos o aplastados se salen de cualquier regla humana que reduzca el liderazgo mediático de tanto prodigio. Se puede perpetrar en Gaza, poniendo a punto un modelo de aplastamiento y gestión de territorios en conflicto; también en Ucrania, culpable de su propia invasión. Pero estos lodos vienen de añejos barros y la reactualizada visión del nazi Carl Schmitt y el papel de los mandamases como fuente de derecho en momentos de excepción y dictadura. Personajes como Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz o Dick Cheney ya fueron artífices de reaccionar pasionalmente frente a un agresor más bien difuso, pero que justificaba la supuesta regeneración moral de EE UU a modo precursor del «make America great again» de Donald Trump.

Todo este panorama alarmante deriva de la ruina de las ideologías que hemos visto en las últimas décadas, donde, por un lado, ha prevalecido la economía y, por otro, han retoñado aranceles y fascismos al modo del presente siglo. Diríase que entonces los líderes políticos deberían de tener más enjundia para lidiar con situaciones tan complejas. Pues lo cierto es que resulta un misterio insondable parecido al de aquel tiempo de las dictaduras entre las dos Guerras Mundiales cuando los líderes eran en realidad la mediocridad personificada. Hoy día, en no pocos casos, apenas logran sobresalir un palmo por encima de los monos aulladores, los muñecos de un ventrílocuo, los estafadores de feria o los irresponsables compulsivos. Pero decretan cosas que distorsionan la economía y las finanzas, perjudican a aliados, transgreden el derecho y tensionan el ámbito internacional. Trump dijo una vez que podría matar a alguien en la Quinta Avenida a plena luz del día y no mermaría la adhesión de sus votantes. Lo creo; su modelo es Liberty Valance y no Ransom Stoddard. Tom Doniphon lo asesinó con nocturnidad y alevosía.

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