Almaraz, el faro energético de Extremadura

Dejar morir esta central sería una traición a sus trabajadores, a sus familias y a todos los que entendemos que un futuro mejor no se construye con decisiones precipitadas ni con políticas dictadas por el populismo ecológico

Juan Javier Sánchez Grano de Oro

Estudiante de biotecnología por la UEx

Martes, 7 de enero 2025, 07:22

Extremadura tiene en la central nuclear de Almaraz un faro de esperanza. Sin embargo, parece que algunos en Madrid, desde sus cómodos despachos, están empeñados en apagar su llama. Hablo, por supuesto, del Gobierno de Pedro Sánchez y, en particular, de Teresa Ribera y su ... sustituta al frente del ministerio de Transición Ecológica, Sara Aagesen, cuya obsesión por cerrar las centrales nucleares refleja una desconexión alarmante con la realidad energética y económica de este país.

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Cerrar Almaraz no es una cuestión de sostenibilidad ni de ecologismo, como nos quieren vender. Es un capricho ideológico que condenaría a la comarca del Campo Arañuelo a la decadencia, a Extremadura a perder uno de sus motores económicos y a España a mayor dependencia del gas y a facturas eléctricas aún más altas. ¿Qué sentido tiene apagar una central que genera energía limpia, constante y segura, especialmente en un momento en que el sistema eléctrico español está bajo presión por la volatilidad del mercado del gas? Ninguno.

Para los extremeños, Almaraz no es solo un lugar donde se produce electricidad. Es empleo. Es riqueza. Es futuro. Miles de familias dependen directa o indirectamente de la actividad de esta central. Las empresas locales, los comercios y los servicios públicos de la comarca se sostienen, en gran parte, gracias a los ingresos generados por la actividad nuclear. En un territorio como el nuestro, que lucha cada día contra la despoblación y el abandono, cerrar Almaraz sería dar la estocada final a una zona que no merece ser condenada al olvido.

Pero, claro, esto parece no importar a quienes toman las decisiones. Pedro Sánchez, que no pisa Extremadura más que para sacarse fotos cuando le conviene, y Teresa Ribera, que está más preocupada por su imagen ante los lobbies verdes europeos que por las necesidades de los españoles, parecen decididos a seguir adelante con su agenda antinuclear sin importar las consecuencias.

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La hipocresía de este Gobierno es evidente. Mientras cierran nucleares en España, compramos electricidad nuclear a Francia. Mientras hablan de transición ecológica, importamos gas y carbón para cubrir los picos de demanda. ¿Es esta la sostenibilidad de la que presumen? Su política energética no es solo errática, es irresponsable. Está cargada de decisiones a corto plazo que hipotecan nuestro futuro energético y económico.

Lo peor de todo es que no estamos hablando de algo inevitable. La vida útil de Almaraz puede prorrogarse perfectamente, como se ha hecho con otras centrales en Europa. Los expertos lo dicen, las cifras lo avalan y el sentido común lo exige. Pero este Gobierno prefiere mirar hacia otro lado, ignorando los intereses de las regiones que no están en su agenda política.

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Seamos claros: la energía nuclear es parte esencial de cualquier estrategia energética seria. No solo es la fuente más fiable para garantizar un suministro constante, sino que también es clave en la lucha contra el cambio climático. Países como Francia lo han entendido, y están invirtiendo en sus plantas nucleares mientras en España jugamos a ser los más progresistas, aunque ello implique apagar el futuro de regiones enteras.

Prorrogar la vida de Almaraz no es solo una cuestión técnica; es una cuestión de dignidad para Extremadura y de responsabilidad para España. Dejar morir esta central sería una traición a sus trabajadores, a sus familias y a todos los que entendemos que un futuro mejor no se construye con decisiones precipitadas ni con políticas dictadas por el populismo ecológico.

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Desde Extremadura pedimos responsabilidad, sentido común y altura de miras. Porque Almaraz no es solo una central, es un símbolo de lo que podemos lograr cuando apostamos por el equilibrio entre desarrollo económico y sostenibilidad. Dejemos de enfrentarnos a nuestros propios intereses y trabajemos juntos para garantizar un futuro más próspero para todos.

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