Este pasado fin de semana la ultraderecha europea ha celebrado un magno aquelarre con Madrid de pandemónium, Vox como anfitrión y Santiago Abascal de maestro de ceremonias. Además de dar la bienvenida entusiasta al diablo americano, jadeando sus ataques a los vulnerables del mundo hasta ... alcanzar el éxtasis, han mostrado un desafiante conjuro que pone en entredicho la democracia, la convivencia, la cohesión social y territorial y aquellos valores de solidaridad, progreso social e igualdad que Europa, con sus luces y sombras, ha tratado de impulsar durante los últimos ochenta años para evitar caer de nuevo en los desmanes e injusticias, que empujaron a la humanidad hasta la II Guerra Mundial y sus casi 70 millones de muertos.
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De las distintas manifestaciones expresadas en el citado conciliábulo, recogidas por los diferentes medios de comunicación y redes sociales, se desprenden recetas que recuerdan las teorizadas y desarrolladas en la primera mitad del siglo pasado por las dictaduras fascistas y sus partidarios: erradicación de la igualdad en todos los sentidos, odio al diferente, xenofobia, supremacismo, militarismo, imperialismo, antifeminismo… Y, por supuesto, democracia vigilada, antesala de la supresión de la misma y sus instituciones. Interesante sería recordar hoy, cómo Mussolini (Italia 1922) y Hitler (Alemania 1933) ascendieron al poder absoluto.
La abrupta irrupción de Trump con la puesta en marcha de su programa de gobierno en su versión más salvaje, parece haber estimulado la reacción de los líderes europeos y despertado la conciencia europeísta de la ciudadanía, pero tenuemente aún, tanto en las propuestas políticas de las fuerzas democráticas, como en la movilización social.
Es necesario desarrollar de inmediato a nivel de UE una acción política amplia en todos los órdenes, fundamentalmente presupuestaria, que garantice la cohesión social y territorial, el estado social, la democracia política y económica, el conocimiento, la diversidad en su más amplio sentido, así como la defensa de la soberanía del espacio europeo. Todo ello junto a cuantas propuestas sean necesarias para desenmascarar las verdaderas intenciones ultras y frenar su ascenso aquí, Europa y el mundo.
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Debemos ser conscientes de la rapidez y extensión que pueden alcanzar estas posiciones políticas (la anti política), ahora que tienen su referente y líder mundial gobernando EE UU y dispuesto a todo, tal como viene demostrando desde que tomó posesión. De no poner freno de forma inmediata, con los antecedentes ya conocidos, nos toparemos con un gran un tsunami que se extenderá como el aceite y de incalculables consecuencias negativas para el futuro inmediato, el de nuestros hijos y nietos. De manera trasversal y en todos los ámbitos, sean colectivos o individuales, públicos y privados, políticos, sociales, institucionales, económicos, mediáticos, religiosos o de cualquier otra índole, es hora de abandonar la «callejina» y apostar por la política de trazo grueso, de consenso; y por aquellos principios y valores que, como mayoría social, nos han posibilitado vivir el mayor periodo de paz, progreso e igualdad de la historia europea.
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