Opinión

El condón olímpico

VERDADES Y MENTIRAS ·

Han repartido 300.000 en París, es decir, ¡veintiocho por deportista! ¡Y para diecisiete días!

JULIÁN RODRÍGUEZ PARDO

Martes, 27 de agosto 2024, 07:41

Los caminos del condón, como los del Señor, son inescrutables. Como los espermatozoides andan siempre venga a saltar obstáculos con sus piernitas, los organizadores de los juegos olímpicos han cogido la costumbre de repartir gratuitamente preservativos entre los atletas: 450.000 «camisinhas» en Río de ... Janeiro –porque allí se compite a todas horas– y 300.000 en París. Es decir, ¡veintiocho por deportista! ¡Y para diecisiete días! Sin necesidad de estar cotizando a la Seguridad Social o de conseguir medalla alguna. Todo un escándalo porque se pasa uno media vida inculcando los valores del deporte en el corazoncito de sus hijos y, años después, el comité olímpico de turno te los devuelve a casa… ¡con una mochila llena de condones! Sin comentarios.

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El caso es que lo del profiláctico gratuito no deja de ser la clásica táctica de desgaste del enemigo, especialmente si compite en lunes…, porque ya sabemos qué toca los sábados. Las estadísticas demuestran que la consecución de medallas es directamente proporcional a la ausencia de sexo. Fíjense, si no, en Japón: 45 medallas en París y un único coito al mes de media nacional. En cambio nosotros, los españolitos, dieciocho medallas solamente, pero ¡dos coitos a la semana! ¡Dos, eh! Y sin contar con que un tercio de los encuestados –y encuestadas– se declara oficialmente infiel. ¡Que no se puede ser más patriótico que con la práctica del sexo en B! Y si ese es el porcentaje que lo confiesa, imagínense cómo estarán los techos de, al menos, la mitad de las casas de España. ¡Eso es hacer país! Y no el librito ese, 'Raza', de un tal Francisco Franco.

El problema de los japoneses es, sin duda, la educación. Si han visto en Netflix el programa de citas 'El novio', se habrán percatado de que los nipones piden tanto permiso para todo que, cuando uno ha terminado de cumplir con las formalidades, al otro ya se le han ido hasta las ganas. Quizá, por eso, la mitad de las parejas japonesas que desean ser padres apenas tienen sexo más de una vez cada dos meses. Y, entiéndame, una cosa es que los espermatozoides se esfuercen y otra que sean la vaquilla del antiguo Grand Prix de Ramón García. Su comedimiento es tal que hasta pensé que Shun –uno de los concursantes– era el cuarto pastorcillo de Fátima. Pero el tipo, en realidad, había recorrido más piscinas que Michael Phelps y en cuanto vio que se le acababa el programa sin practicar la natación sincronizada, se lanzó sobre la boca de su pretendiente en modo torniquete de socorrista. ¡Un descarado profesional!

Del asunto de los condones olímpicos, lo que más me angustia es, sin duda, cómo se organiza el asunto del reparto por tallas. No es por romperles la ilusión, pero los tópicos del tamaño por razas se han quedado obsoletos. Los japoneses, por ejemplo, compiten hoy holgadamente dentro de la media internacional con sus 13,5 centímetros. Y los españoles ya solo les ganamos por cuatro milímetros. Aunque nuestro verdadero problema, el XL, es que apenas aguantamos diecisiete minutos de media jugando en la pista. No sé si me explico. Y no sé ustedes, pero yo…, para un rato tan corto, ¡ni me desvisto!

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Feliz final de verano.

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