Aunque ustedes no lo crean, la paternidad es un milagro. Solo entre el veinte y el treinta por ciento de las parejas que lo intentan, ... lo consiguen en un único ciclo ovulatorio. Por lo que los expertos recomiendan, en caso de querer ser padres, mantener relaciones sexuales cada dos o tres días. ¡Un disparate! Porque eso, lo sabemos todos, es vicio. Además de un derroche. Porque en cada eyaculación los hombres lanzamos al mundo entre veinte y quinientos millones de espermatozoides. Y como los pobres sólo avanzan tres milímetros por minuto, o te aseguras muy bien de dejarlos en la puerta de casa, o se te hacen mayores sin llegar a la meta. Y una vez que ya circulan con andador, el esfuerzo es para nada. ¡Una pena!
Publicidad
Como en algunos estudios científicos recientes se ha constatado que, en los últimos cincuenta años, la calidad del semen de los europeos ha empeorado, a mí me tranquiliza mucho lo de la presunta nueva paternidad de Bertín Osborne. Porque Bertín, como yo, encarna ese último vestigio viviente del macho español de toda la vida. Y, admitámoslo, Papuchi –el padre de Julio Iglesias– era otro estilo. Así que saber que a los 69 años todavía estaré en plenas facultades, me ayuda mucho con la autoestima. Por eso, cuando Gabriela Guillén hizo público que esperaba un hijo del cantante y presentador, yo vi el cielo abierto para la tercera edad. De él, me refiero. Y la del Emérito. Porque un hijo siempre trae la alegría a una casa. Y Abu Dabi, sinceramente, debe ser aburrido como un desierto.
La cuestión es que Bertín, de confirmarse lo de la paternidad de su séptimo hijo, no quiere ser padre, más allá de las estrictas obligaciones que la ley le marque. Y esa elección de Bertín me ha hecho pensar en si el ejercicio de la paternidad puede ser una opción individual legítima que los hombres tenemos. Al igual que, como expresó Juan del Val en 'La Roca', en una analogía con el derecho al aborto y defendiendo a Bertín, «el padre no tiene nada que decir cuando una mujer decide no ser madre. Y así debe ser». Lo apunto. Sin más. Aún no tengo mi respuesta.
Cuando mi madre me contó que los niños venían de París, yo le pregunté si había venido en un avión de Air France. Porque, ya entonces, los agricultores franceses me daban miedo. Y una cosa es que mis padres me encargaran solo con las prestaciones básicas de hijo. Y otra distinta que yo acabara zarandeado en la frontera y apareciera con peor cara que un pollo de Simago. No son formas de presentarse en casa de nadie. Pero, como los caminos del espermatozoide son inescrutables –que se lo digan a Bertín-, he decidido preparar mi jubilación y reforzar la autoestima de los míos. Y me he comprado un libro de autoayuda titulado 'Cómo ser un espermatozoide feliz en tres días'. Así que ahora, antes de dormirse cada noche, les leo un fragmento y les digo: ¡Campeones! ¡Bonitos! Pero con cariño, ¡eh! Y debo admitir que es verdad: ahora corren más veloces y ya no tengo que dejarlos en la puerta de casa. De ninguna.
Publicidad
¡Ah! Feliz San Valentín…, mañana.
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.