Dayana Mendoza, Miss Venezuela y Miss Universo 2008 AP
Opinión

Miss Venezuela

VERDADES Y MENTIRAS ·

El golpe definitivo llegó con el chavismo que acabó convirtiéndolo en un lugar en el que ya no había nada que ver, excepto miseria

Julián Rodríguez Pardo

Lunes, 12 de agosto 2024, 22:58

Contaba en 2018 el New York Times que, en sus buenos tiempos, la retransmisión del concurso de Miss Venezuela dejaba vacías las calles del país sudamericano, con las familias agolpándose delante del televisor para ver quién era la elegida del año. El atractivo de las ... mujeres venezolanas es tal que sus misses no solo han ganado siete veces el título de Miss Universo, sino que hasta los seis hijos del fundador de la República Bolivariana, Hugo Chávez, han salido guapos. Sí…, guapos por parte de madre.

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Nicolás Maduro, en cambio, ha esparcido menos su ADN y, por ahora, su legado se limita a un único hijo. Nicolasito ha salido a su madre en hermosura y a su padre en exabruptos. En una de sus primeras intervenciones como diputado nacional, en 2017, afirmó que si los Estados Unidos de Donald Trump intentaban poner los pies en su país, los venezolanos marcharían con sus fusiles hasta la Casa Blanca. El chaval, que desde 2020 ostenta un doctorado honoris causa, situó la vivienda presidencial estadounidense en Nueva York y no en Washington. Aunque yo creo que en, en realidad, se refería a un hotelito de la isla de San Andrés, en Colombia. Porque ese es uno de los pocos países hacia el que, por necesidad, muchos venezolanos sí han marchado en los últimos años. Aunque no al hotel, claro.

Yo tendría diez o doce años cuando mis tíos de Venezuela venían a España a pasar el verano. Eran, entonces, gente acomodada en Caracas que había empezado desde muy abajo. Además de cariñosos, su llegada era, también, la de su acento exótico y esa costumbre excéntrica de mis primos de rociar el filete con unas gotas de vinagre. Con los años, las visitas se espaciaron y las historias de las playas de La Guaira –las más cercanas a Caracas–, se transformaron en la historia de un país cuya moneda perdía constantemente fuelle frente al dólar y sus políticos esquilmaban gota a gota de petróleo. El golpe definitivo llegó con el chavismo que acabó convirtiéndolo en un lugar en el que ya no había nada que ver, excepto miseria. Así nos lo contó mi tía cuando se nos ocurrió la idea de devolverles tantas visitas y afecto, ahora que ellos ya no podían.

Por cierto, que nuestra afición familiar por los premios de belleza arrancó en el siglo pasado cuando mi abuela materna se autoproclamó Miss Grela. Sí, ella solita. Entonces A Grela era una aldeíta pegada a Coruña y, según nos contó, no se celebró concurso alguno porque todo el mundo sabía que ella era la más guapa de la zona. Yo continué la tradición convirtiendo a una amiga en Miss Bollo, alterando los votos que un centenar de lesbianas depositaban en una cajita de cartón sobre la barra de un bar de Cáceres. Y como se ve que lo de nuestros tejemanejes ha cruzado el océano Atlántico, hace unos días mi primo de Venezuela preguntó a mi madre si no tendría ella escondidos los votos a favor de Nicolás Maduro. Mi madre, que anda ocupadísima en la elección de Miss Cumbres Borrascosas –el geriátrico– le respondió que, mejor, preguntara en la Unidad de Objetos Perdidos… de los Mossos d'Esquadra.

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De Cataluña, no de Venezuela.

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