La segunda dama

El caso es que la señora Trump nunca ha sido una primera dama al uso y hasta sus ideas no siempre coinciden con las de su marido: en la cuestión del aborto, por ejemplo. Durante la primera legislatura de Donald, su presencia pública fue tan escasa que algunos expertos llegaron a compararla con Bess Truman: primera dama entre 1945 y 1953. Bess odiaba estar constantemente expuesta ante el público, al contrario que su predecesora, Eleanor Roosvelt que con frecuencia daba ruedas de prensa. ¡En plan estrella!

Hillary Clinton, en cambio, trasladó su oficina al ala oeste de la Casa Blanca, donde está el despacho presidencial. Y la prensa empezó a referirse a los Clinton como la primera «pareja de presidentes» del país. Aunque algunos detractores comentaron que, en realidad, Hillary no era un ejemplo de auténtico feminismo porque su poder se basaba en el de los hombres a los que tenía acceso. No obstante, la cuestión crucial –pienso yo– no es cuáles son las obligaciones de la mujer de un presidente, sino si, de verdad, han votado por sus maridos. Se lo digo porque yo siempre he pensado que Hillary se votó a sí misma. ¡Y no me extraña! Siempre fue más lista que él…, porque lo de contratar a una becaria que no lava la ropa sucia... ¡Hay que ser lelo!

A las pocas horas de que su marido fuese investido como el cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos, Melania declaró que su prioridad será ser «madre, primera dama y esposa». Sí, en ese orden, Donald. Y como muestra de que ella continuará ejerciendo el papel «a su manera», se caló un sombrero de Eric Javits que a mí me pareció una barrera de protección ante tanto besuqueo y tanta saliva que se intercambia en esos actos: se va adhiriendo a la mejilla, hace capita y ¡ya no hay gel hidroalcohólico que te la quite! ¡Puagg! Como le dije en el correo electrónico que le envié para felicitarla por la idea: ¡Póntelo también para dormir porque eso, con un buen pijamita de forro polar de Primark, te apaña un invierno tranquilo en la alcoba! ¡Y, además, en Washington hace mucho frío!

Indagando en Internet he encontrado una foto de Melania –de 2020– en que sus dientes perfectos no parecen los de siempre. Tampoco parece que su marido le haya dejado los suyos, la verdad. Y he pensado que a la mejor, no es ella, sino «la segunda dama». Yo, se lo confieso, si fuera Melania, agradecería a cualquier mujer que me suplantara. ¡A diario! ¡Y especialmente por la noche! Porque una cosa es casarse y otra tener sexo con tu marido. No mezclemos los temas. Más de una lectora me entenderá.., espero.