Esta es una pregunta recurrente a la que se suele dar todo tipo de respuestas bien intencionadas pero poco efectivas. Como bien saben los defensores ... de la campaña 'Escuela con clásicos', es difícil vencer los prejuicios con ideas generales y conseguir convencer a gentes que, contra viento y marea, suelen mantener sus reticencias sobre la utilidad de los saberes humanísticos. Por eso, jugando por una vez con las mismas reglas de la «utilidad práctica» de quienes no valoran nuestros saberes, permítanme compartir con ustedes un pequeño ejemplo concreto al hilo de la actualidad.
El hashtag #FFTB es la sigla de la frase «Fortune favours the brave» que se ha convertido en trending topic en los últimos días. Como quizás habrán reconocido, este es el nombre de una agresiva campaña de publicidad, presente en todos los medios, que busca dar a conocer una aplicación de fondos de inversión dedicada a mercadear en internet con el material altamente inflamable de las criptomonedas. Su aparición en los medios digitales y en anuncios de todo tipo, puesta en boca de un conocido actor de Hollywood, me ha hecho reflexionar no solo sobre el papel del mundo clásico como referente (se recurre con descaro a la autoridad de los «antiguos romanos» para convencer de las excelencias de una inversión de riesgo), sino también sobre si muchos de los receptores a los que está dirigida comprenden su auténtico significado y la fina labor interpretativa que hay detrás de esta campaña publicitaria para conseguir que sea realmente persuasiva y que no fracase en su intento.
Ese lema (»Fortune favours the brave») que da nombre a la campaña y que es la frase con la que el actor Matt Damon termina su discurso es la traducción al inglés de una máxima latina muy conocida. A primera vista, parece una versión inglesa poco afortunada de «Audentis fortuna iuvat». Esta frase, que ha tenido una amplia repercusión a lo largo de los siglos, aparece en el canto décimo de 'La Eneida'. Estas palabras que Virgilio puso en boca del rey Turno, alentando a sus tropas a luchar contra los invasores de su país, se acabaron convirtiendo en un proverbio muy conocido y con una larga tradición hasta el día de hoy. Sin embargo, cualquier persona que busque esta frase en internet se encontrará con que suele aparecer casi siempre acompañada de una variante: «Audaces fortuna iuvat». A primera vista, parecería que ambas frases dicen lo mismo, pero lo cierto es que si, en la lengua de Virgilio, «audentes» es el término con el que se hace referencia a los «atrevidos», «audaces» se refiere a los «osados». Un alumno aventajado de latín comprendería rápidamente que los primeros son los que tienen el coraje y los arrestos de retar a la fortuna para enfrentarse a una situación difícil, mientras que los segundos son los que tienen la osadía de lanzarse a empresas que exceden con creces sus propias fuerzas. Cualquier conocedor de las lenguas clásicas se daría cuenta de que ni una ni otra versión habrían sido apropiadas como colofón de un anuncio que pretende persuadir a alguien para que corra el riesgo de poner su dinero en manos de la fortuna e invertir en algo tan volátil como las criptomonedas. De ahí que los publicistas, seguramente aconsejados por algún asesor de clásicas, han optado por una tercera versión, presente ya en unos versos de Terencio, menos conocida pero mucho más conveniente para la tarea de inversión de alto riesgo que se recomienda: «Fortis fortuna adiuvat». Una frase que sí se puede traducir como ese «La fortuna favorece a los valientes» con la que termina el anuncio. De este modo, la fortuna se asocia convenientemente a la valentía más que al riesgo. En cualquier caso, lo cierto es que una campaña publicitaria de decenas de millones de euros, que pretende convencer a miles de personas para que se lancen de cabeza al mercado de las criptomonedas, ha optado por darle un papel muy destacado a una versión de un dicho latino que convierte a los futuros inversores de riesgo no en «atrevidos» ni en «osados», sino en «valientes». Una diferencia que, cuando se manejan los ahorros de una vida, puede ser crucial. Es evidente que los publicistas, sabiamente aconsejados por alguien que dedicó su tiempo a estudiar eso que parece tan inútil como el griego y el latín, no han dejado al azar un aspecto esencial del anuncio que, en el caso de haber elegido cualquiera de las otras dos opciones (el rey Turno, a fin de cuentas, fue osado pero fracasó), podría haber puesto en peligro esta campaña internacional. Estamos, en definitiva, ante un conocimiento humanístico que vale, literalmente, su peso en oro.
No tener en cuenta que los saberes clásicos permiten formar a ciudadanos capaces de desentrañar claves interpretativas puede ser un error que acabemos pagando muy caro
No se me ocurre mejor ejemplo tanto para todos aquellos que consideran que las lenguas clásicas son inútiles como para los gestores educativos que en nuestro país están poniendo en peligro los estudios clásicos en la Educación Secundaria. No tener en cuenta que estos saberes permiten formar a ciudadanos capaces de desentrañar claves interpretativas como las analizadas en este artículo puede ser un error que acabemos pagando muy caro. A lo mejor, con criptomonedas.
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