Desde que lo he visto no puedo quitármelo de mi cabeza. Es desgarrador, un vídeo en absoluto directo del asesinato de una persona, mejor dicho ... de su ejecución, puesto que no había casualidad, pero sí premeditación y sangre fría.
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Sherine Abu Aqla era una veterana, una referente, influyente e incómoda periodista de la cadena de televisión Al-Jazeera, de nacionalidad palestino-estadounidense, que cubría una redada del ejército israelí en Yenin, una ciudad ocupada de Cisjordania. Tanto ella como su productor iban ataviados con un chaleco con letras enormes que anunciaban su profesión de periodista; también llevaban casco, pero de nada le sirvió pues le dispararon en la cara.
Las imágenes son tremendas y habrían dado más veces la vuelta al mundo si, en lugar de haber sucedido donde fue, hubiera ocurrido en la mediática guerra de Ucrania. ¿Se imaginan un soldado ruso disparando en la cara a una periodista y grabado en directo?
Pero no, esto ha sucedido con todo el beneplácito de un gobierno con licencia para matar y las bendiciones de Occidente para ello y lo llevan haciendo desde que ocuparon un país al que ni siquiera reconocen. No contentos con la hazaña, en el entierro la policía israelí carga contra los portadores del féretro que casi cae al suelo. Y no pasa nada. Está normalizado, blanqueado y acostumbrados, son daños colaterales porque hay crispación, aunque el gobierno israelí niega que su ejército haya disparado a los periodistas y dice que habrán sido los palestinos.
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Con la misma impunidad los Estados Unidos dispararon contra el Hotel Palestina en Bagdad, en el año 2003, una bala alcanzó al cámara español José Couso.
Aznar nunca se atrevió a reclamar su muerte a George Bush y la única consecuencia fue el recibimiento de espaldas de los periodistas a nuestro presidente del gobierno en su entrada al Congreso de los Diputados.
Igualmente murieron dos periodistas españoles el pasado año en Burkina Faso… no sé cuántos en México.
Yo hice la mili y allí, entre otras muchas tonterías, se decía «Dios nos libre de la artillería enemiga, porque de la nuestra no nos libra ni Dios» y estos son de los nuestros.
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La sociedad prefiere saber al dedillo lo último de la Esteban, las Campos o la familia Pantoja y elije ese periodismo, el resto se juega la vida como freelance en conflictos bélicos mal pagados y sin medios, hasta me parecen pocos los que mueren en la absoluta impunidad a manos de gobiernos «autorizados».
Desde este pequeño rincón del periódico quiero dedicaros mi admiración, mi homenaje, mi grano de arena para que vuestras muertes no caigan en saco roto, se investiguen y se depuren consecuencias, se tome conciencia que solo hacíais vuestro trabajo y al menos desearos que la tierra os sea leve.
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