A pocos días de la finalización de la temporada de caza se me antoja idóneo expresar unas palabras en torno a esta actividad tan pasional y polémica en nuestros días. Seguramente, el balance general de la temporada será similar a las anteriores. Por un lado, ... el agónico declive de la caza menor en la inmensa mayoría de cotos, exceptuando ciertos enclaves cinegéticos. Y por el otro, una caza mayor que mantiene sus poblaciones, no sin grandes riesgos para su futuro (enfermedad epizoótica, endogamia genética, caza industrial, etc.). Pero más allá de los balances estadísticos, las regulaciones normativas y las noticias prefabricadas de las federaciones y otras asociaciones procaza, me gustaría ahondar en ciertas tendencias y valores que están emergiendo en torno a la caza, pues intuyo que todos estos protagonistas nos están escamoteando sus verdaderas y aviesas intenciones para desnaturalizar la esencia más pura de la caza y sustituirla por los valores y la ideología que mejor se acomodan a la finalidad sombría de la economía y la política de nuestros días. De todos es sabido que la caza fue una necesidad para el hombre durante milenios, que en su misma evolución y perfeccionamiento se convirtió en una pulsión innata, que derivó después, a medida que las sociedades avanzaban y se desarrollaban, en una pasión heredada o aprendida, e incluso una forma de entender la vida y de estar en comunión con la naturaleza. Esta esencia y cosmovisión de la caza que tiene un sentido antropológico coherente y trascendente está siendo desplazada por otra visión mucho más mercantilista, hedonista y masificadora, en la cual, nos venden la caza como un mero 'pack de ocio y vacaciones' más de entre la mucha oferta disponible para todos los públicos. Esto conlleva una potente carga de banalización de la actividad cinegética que desintegrará sin remedio esa esencia mística que hace de la caza una pasión del espíritu y no un chupa chups de fin de semana.
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Esta transición grotesca que está sufriendo el mundo cinegético tiene sus máximos protagonistas en las federaciones de caza y sus asociaciones epígonas, todas ellas reconvertidas en una especie de híbrido malparido, mitad partido político y mitad agencia de marketing, que en su afán por promocionar y democratizar la caza para todo quisqui, van a conseguir el efecto contrario, degradar la caza hasta extremos insospechados con tal de mantener sus chiringuitos abiertos. Esta 'caza de masas' que quieren imponer estos botarates con carné de expertos, es muy similar al efecto del turismo de masas, el ocio de masas o la cultura de masas, es decir, solo conllevará degradación y mediocridad, y no hará, sino poner al mundo cinegético bajo el yugo del dinero y la frivolidad. Esta «caza de masas», claro está, no podrá ser absorbida ni satisfecha por los cotos ordinarios, lo cual impondrá y acelerará la creación de los cotos intensivos para que todas esas huestes de nuevos cazadores postizos puedan dar rienda suelta a su imaginación de sentirse cazadores auténticos y quemar lo kilos de pólvora y plomo pertrechados. Además, si se impone esta tendencia demencial, será el propio mercado cinegético el que ordene por completo la oferta y la demanda y, en consecuencia, los precios por cazar, lo que conllevará que se refuerce aún más esa pirámide de cazadores por niveles de rentas. Según pagas, así cazas. Y ya sabemos los que cazarán exclusivamente en zonas deterioradas o en cotos intensivos y los que cazarán en enclaves cinegéticos privilegiados. Lo peor de todo es que, bajo esa fachada hollywoodense, bajo esa falsa democratización capitalista de que el mercado satisface la demanda del pueblo libre, y ¡todo es fenomenal!, se agazapan y se recrudecen los problemas reales que tiene el mundo cinegético, que no es otro que el deterioro del campo y un clima cada vez más extremófilo que estresa y pone en riesgo la salud de las poblaciones cinegéticas y sus ecosistemas. Ante esto, rara vez se escuchan voces y denuncias contundentes contra estos hechos tozudos por parte de estos actores del sector de la caza. Sus voces en estas cuestiones son tibias e inapreciables si las comparamos con las que se alzan contra los ecologistas y los urbanitas.
Hay que tener en cuenta que el mercado jamás invertirá en el medio y largo plazo para recuperar ambientalmente zonas de caza deterioradas, por lo que apostará por inversiones de retorno rápido, o sea, por la caza industrial con toda su explotación auxiliar de granjas reproductivas de animales cinegéticos (no exentas de riesgos epidemiológicos para las menguantes poblaciones autóctonas), cotos intensivos, cercones e industria de la carne de caza. Todo un ejemplo de negocio corporativo de gestión de la caza a nivel nacional, auspiciado desde la Federación Española de Caza y sus variantes autonómicas. Lo más terrible es que esta tendencia en el sector cinegético es ya irreversible, pues la dictadura del mercado impondrá sus intereses para que no exista una posible alternativa más racional y coherente que respete los principios y ritmos de la naturaleza.
Por eso, cuando desde los altavoces mediáticos de las federaciones y ciertos 'programuchos' televisivos de caza afines difunden que el gran enemigo de la caza son los ecologistas y la mentalidad urbanita, uno se da cuenta del ínfimo nivel de los que andan manejando estos organismos. Primero, porque una mayoría de ecologistas no tienen ni la intención ni el poder suficiente para perjudicar la caza y, segundo, porque en todo caso, sirven de contrapeso a los excesos que se cometen contra el medio ambiente y a la 'cinegética de masas' que se pretende implementar desde estos estamentos aparentemente amantes y defensores de la caza. Entonces solo me queda una salida. O estos personajes están ciegos o practican un cinismo muy acusado, porque con el mantra de que la caza es un servicio al alcance y disfrute de cualquiera, no se están percatando (o sí) de que son ellos mismos los que están introduciendo los huevos de la serpiente en el sector cinegético que a posteriori será arrasado por la lengua viperina. Mientras, para distraer e inflamar al personal inventan enemigos fantasmas por doquier para ocultar su incompetencia y felonía a una visión de la caza más racional, acorde con el medio ambiente y engarzada en una antropología trascendente que promueva una cambio profundo y benefactor en la vida de quién profesa esta pulsión milenaria.
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