Manu Pricop en el lavadero de coches que acaba de abrir en la Ronda del Carmen. Jorge Rey
Columna

Manu contra el discurso del odio

Historias como la de este emprendedor rumano en Cáceres no se verán en las plataformas de la 'máquina del fango'

Claudio Mateos

Cáceres

Sábado, 12 de octubre 2024, 23:25

La inmigración se ha convertido en el principal problema para los españoles, según el último barómetro del CIS. Uno de cada tres la menciona en primer lugar entre sus preocupaciones, por encima de la vivienda, la falta de oportunidades para los jóvenes o los ... sueldos precarios. No hace falta ser muy avispado para entender que el motivo de ese repunte no es que un alto porcentaje de los encuestados haya tenido de repente experiencias negativas directas con inmigrantes, sino el creciente éxito del discurso del odio, basado en datos casi siempre falsos o manipulados, que prolifera en las redes sociales y espolean todo tipo de 'influencers' y pseudomedios propagadores de bulos. La prueba es que cuando, en ese mismo barómetro del CIS, se pregunta a los encuestados por los problemas que les afectan a ellos personalmente, la inmigración baja al quinto puesto.

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Por eso es tan importante seguir contando historias como la de Manu Pricop, un rumano que llegó a Extremadura hace 12 años y que, después de pasar todo tipo de penurias, trabajar de temporero, vender clínex en la calle y hasta mendigar para sobrevivir y poder dar de comer a sus tres hijos, ha conseguido montar en Cáceres su propio negocio, un lavadero de coches que acaba de abrir en la Ronda del Carmen. Los del mensaje del odio suelen usar la coletilla 'no lo verás en los medios' cuando esparcen sus noticias falsas. Pues bien, la historia de Manu Pricop, que de falsa no tiene nada y sí mucho de lo que ocurre en la vida real, no la verás en los pseudomedios populistas ni en las plataformas de la 'máquina del fango', un término que por cierto no acuñó Pedro Sánchez en su famosa carta del pasado mayo, como creen algunos, sino Umberto Eco, que algo sabía de cómo funciona esto de la comunicación y el mensaje.

Es una realidad incontestable que la inmigración irregular masiva genera disfunciones y hay que encontrar el modo de ponerle freno. También es cierto que muchos extranjeros cometen delitos (los datos varían según las fuentes), a veces graves, y que allí donde se concentra un número elevado de ellos en condiciones precarias y sin estructuras sólidas de convivencia aumenta la inseguridad. Pero eso es poner el acento en la excepción, y no en la norma. Quienes lo hacen tratan de ocultar la verdad: que la inmensa mayoría de los inmigrantes llegan a España de manera legal y lo hacen para trabajar y tratar de sacar a sus familias adelante, como Manu Pricop y tantos otros. A quien le queden dudas, que eche un vistazo a su alrededor, por ejemplo en cualquier barrio de Cáceres, analice a cuántos inmigrantes conoce y se pregunte si entre ellos hay más delincuentes o trabajadores honrados. La realidad salta a la vista porque la tenemos a diario ante nosotros cada vez que salimos a la calle y es muy distinta a la que propagan desde sus madrigueras de internet los odiadores profesionales.

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