Mapas de Breda: Final
TRIBUNAS ·
Sigo ambientando en Breda mis novelas porque es el lugar donde mi imaginación se siente libreEUGENIO FUENTES
Domingo, 10 de abril 2022, 10:02
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TRIBUNAS ·
Sigo ambientando en Breda mis novelas porque es el lugar donde mi imaginación se siente libreEUGENIO FUENTES
Domingo, 10 de abril 2022, 10:02
Uno de los mayores regalos de la literatura es conocer a lectores anónimos que te conceden su amistad, su afecto y hasta su admiración, en ... una relación casi siempre más generosa, más limpia y más grata que la de los mundillos literarios, con frecuencia corroídos por intereses que no vienen a cuento.
La penúltima alegría la recibí en un encuentro con lectores organizado por la biblioteca de Majadahonda. Y cuando hablo de encuentro no me refiero a un contacto virtual por zoom ni a través de las redes sociales, que no tengo, sino a una charla cara a cara y verso a verso, y siempre con el libro de por medio. En esos actos sin filtros ni pantallas adquiere todo su significado ese colectivo tan vago y misterioso, los lectores, que uno no siempre identifica y no sabe si es algo etéreo o underground. Es ahí cuando la fría estadística se vuelve cálida y humana.
A un lector majariego, Alfonso Fernández Concejal, le gustó tanto mi novela 'Si mañana muero' que, para orientarse mejor entre la geografía de Breda, decidió dibujar un mapa de los escenarios que aparecen en esta historia de amor ambientada durante la Guerra Civil.
'Si mañana muero' fue el último libro leído por el grupo de la biblioteca antes del confinamiento por la pandemia. Y tuve el honor de visitarla en la primera actividad tras la reanudación. Me hubiera gustado mucho conocer a aquel gran lector, pero no pudo ser: me contaron que había muerto en ese tiempo intermedio.
Pero una de las bibliotecarias había guardado y plastificado los mapas de Breda que dibujó y me escaneó una copia, que ahora ilustra este artículo como homenaje a esos lectores anónimos a quienes tanto agradezco.
Su visión de la villa de Breda es sorprendentemente fiel a la que yo había imaginado treinta años antes, aunque en su mapa no todos los lugares figuran en su ubicación exacta. Pero esas divergencias no tienen ninguna importancia. Sí la tienen su aprecio por la novela, su atenta lectura y su iniciativa, sin imaginar que un día, tras su muerte, yo vería sus trazos y se lo agradecería públicamente, como ahora hago en estas líneas.
Hace unos meses, Javier Marías afirmaba en una entrevista que, entre otros temas, el de la España vacía se utiliza mucho en los últimos tiempos para buscar el éxito de un libro.
Mis novelas pueden tener muchos defectos, pero desde luego no pecan de oportunismo ni se apuntan a la actual moda de la España interior. Hace veintitrés años escribí 'El interior del bosque', ambientada en el mundo rural, a pesar de que en aquel momento el tema era todo lo contrario a la temática vigente, la ruralidad no despertaba ningún interés entre los lectores; al contrario, estaba lastrada por una imagen de escritura antigua, a la que no era ajena cierta crítica palatina y sepulturera. Sé bien el precio que pagué por esa elección.
Pero ya entonces, en 1999, ambientar una novela en tu territorio era un acto de lealtad hacia los lugares y la época en la que vivías, era ser consciente de una tradición literaria, bien para negarla y renovarla, bien para continuarla. En aquellos años todavía pesaban dos herencias respecto al paisaje: por un lado, la de la parda ortografía de la España negra que venía de Quevedo, Goya, Valle-Inclán y Solana, de Buñuel, Cela y Goytisolo; por otro, la delicada caligrafía de un paisaje más suave y luminoso, que habían revelado Gabriel Miró y algunos escritores del 98.
Pero también cabía, desde luego, la posibilidad de una tercera vía que reflejara los cambios que la modernidad y la mano del hombre estaban provocando en el paisaje, con una mirada nueva para captar esas transformaciones y entregárselas al lector.
Una persona muy sabia del mundo editorial, y muy querida por mí, me aconsejó hace años ambientar mis novelas en una ciudad y en un escenario concretos para aumentar los lectores, porque a la gente –me dijo– le gusta visitar los lugares sobre los que ha leído y recorrerlos luego en rutas literarias. Pero también quieren leer libros sobre los lugares que han visitado.
Sin duda tiene razón, pero sigo ambientando en Breda mis novelas porque es el lugar donde mi imaginación se siente libre. A veces incluso no tengo muy clara la diferencia entre el lugar físico y el lugar ficticio, entre el escenario real y el escenario mental. Cierro los ojos y me desplazo allí un minuto, unas horas, una semana, un año si quiero, a la luz del día, pero también de noche, cuando se han perdido sus contornos y están oscuras las calles y el paisaje. Solo o acompañado de mis personajes, recorro los parajes de mis relatos que no pueden captar ni Google maps ni los satélites y que únicamente yo puedo describir. Y en ese trayecto imaginario no sufro ninguna de las incomodidades del viaje, lo cual es otra ventaja de la literatura.
Configurada toda su geografía, me muevo con comodidad por Breda, pero no me engaño. Sé bien que, como todos los lugares existentes o imaginarios, un día no muy lejano también quedará en silencio, abandonada a su suerte, muertos todos sus habitantes, presa final del polvo, la ruina y el olvido.
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