Cáceres se queda sin estatuas

Hace una semana publiqué un simple y ocurrente divertimento asistido por la IA en el que las principales estatuas de Cáceres se bajaban de sus pedestales y huían a toda leche dejando un vacío monumental. Lo que comenzó como un simple pasatiempo digital, se ha convertido en un fenómeno viral, alcanzando en unos días más de 100.000 visualizaciones oficiales, y probablemente el doble de manera extraoficial.

La acogida ha sido mayoritariamente positiva, con un 85% de aprobación y felicitación, aunque el controvertido final, que literalmente es «explosivo», ha generado división de opiniones. En él, la Cruz de los Caídos, la única estatua que se resiste a la fuga, es reducida a escombros y reemplazada por un olivo. ¿Casualidad? ¿Metáfora? ¿Provocación? La interpretación queda abierta, pero lo innegable es que el vídeo ha desatado un debate necesario sobre el significado de este símbolo.

Los detractores de la desaparición del monumento esgrimen dos argumentos principales: por un lado, consideran que el humor no debe mezclarse con la política, y ven en la Cruz de los Caídos un símbolo político intocable, criticando el uso de la ironía y el sarcasmo. Por otro lado, los que defienden que esta reliquia debe permanecer por ser un elemento más del mobiliario urbano, como un banco, una farola o la fuente luminosa; desprovisto de connotaciones políticas o históricas.

Para mí, la Cruz de los Caídos es un vestigio inequívoco de la dictadura franquista, y su permanencia contraviene la Ley de Memoria Democrática. Además, desde un punto de vista estético, es fea, es copia y carece de valor artístico o patrimonial, como atestiguan expertos en la materia. Algunos prefieren efigies así pero yo elijo los olivos. (¿Esto será woke?)

El vídeo ha actuado como improvisado «referéndum», revelando el sentir de la ciudadanía respecto a este símbolo. Siendo justos es importante destacar que no todos los que defienden su permanencia parecen de Vox.

Pero la pregunta más repetida es: ¿por qué huyen las estatuas? ¿Cuál es su destino? No lo sé. ¿Quizás buscan refugio del calor sofocante del verano cacereño? ¿tal vez con hastío existencial estén hartas de la inmovilidad y el aburrimiento? ¿Puede ser una rebelión estética cansadas de ser objetos meramente decorativos?, ¿Están agobiadas de tanto turista y tanto selfie?, o ¿decepcionadas al ver cómo sus intrínsecos valores de héroes por los que fueron reconocidas como estatuas, caen en saco roto?

Pero como yo soy el director de esta comedia algorítmica y a mí me gustan los finales abiertos, que cada uno imagine «los senderos ocultos que llevan a un espíritu a abandonar su cumbre» (esta frase no es mía es de la IA).