Cada día al amanecer de cada uno, y sin saberlo, nos sometemos a la prueba constante de saber quién es el más tonto del lugar.

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Nos matamos a reafirmar que las cosas están cambiando a una velocidad impredecible, y es verdad. Día a día nos quedamos obsoletos en el conocimiento de lo más cercano, dejamos de saber cómo funcionan las cosas que antes iban como la seda, y que ahora, como consecuencia de esos cambios, empiezan a amargarnos la vida.

¿Quién sabe a la primera cómo funcionan las luces de un hotel? ¿quién no se ha pasado la noche entera con las luces encendidas o se ha desollado el dedo gordo del pie contra la pata de la cama porque no ha sabido encenderlas? Además, como somos prepotentes en general, no queremos llamar a la recepción a preguntar dónde está la conexión, si hay que dormir con la llave de la habitación bajo la almohada, si hay que rezar algo o pronunciar palabras mágicas para que el sistema eléctrico arranque. Todo se da por sabido. Nadie explica nada porque todos, menos nosotros, son listos.

No salgamos de la habitación del establecimiento. Intentemos ducharnos con agua caliente. Veamos. Hay una cosa reconocible que cuelga del techo y que parece que puede soltar agua. ¡Adentro valiente! Es verdad. Se enciende sola y empieza la ducha helada o te abrasas. ¿cómo se controla la temperatura? Eso es para nota. En una experiencia mía si abrías antes el agua del lavabo a la temperatura que deseabas, el sistema memorizaba esa temperatura y sólo con entrar en la ducha ya tenías todo hecho. Absurdo, como pueden comprender, pero no iba a llamar a la recepción a preguntar. Resulta humillante.

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Intento abrir con sistema abre fácil el cartón de la leche. Ya he aprendido a hacerlo en el fregadero y provista de herramientas contundentes que me permitan hacerlo. Limpio la leche derramada en la pila todos los días, y el cartón queda destrozadito.

Vamos con los tapones de corcho de las botellas de vino. Nos han hecho comprar toda clase de adminículos para conseguir que salgan fácilmente. Es muy frecuente que el tapón se adentre en la botella a navegar y haya que colar el vino antes de tomarlo, porque cuando se ha acabado la maniobra, el corcho se ha desmoronado entre tanto intento de sacarlo limpiamente. Dicen que es elemental abrir una botella de vino.

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Intentemos sintonizar los canales de la televisión que, por una desgracia, de las grandes, se han descompuesto. Manual, mando a distancia, paciencia, gafas para leer el manual, y ¡adelante! Transcurrida la tarde en cuestión, la televisión ha perdido la antena, se oye el móvil en ella, sólo emite canales pornográficos con absoluta nitidez y una cadena de noticias diarias, que son precisamente las que no queremos ver porque ya estamos bastante amargados. Es decir, que cuando apagamos y encendemos nuestro televisor, hemos decidido que la uno se ve en la ciento catorce, la dos en el ochenta y nueve, la tres en la cuarenta y siete, y así sucesivamente, y nos empoderamos pensando que la televisión es nuestra, que la vemos como queremos y que el orden es el nuestro, y que, si somos los más tontos, mejor. Así hemos sido siempre, y no nos ha ido tan mal, aunque, de cualquier forma, es difícil vivir.

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