Hace más de medio siglo, el escritor Juan Goytisolo, en 'Supervivencias tribales en el medio intelectual español' (1971), se quejaba de que en un entorno ... social y moral como el de aquella España y su «enfermiza exaltación» de glorias patrias, la excepción operada con algunas resultaba demasiado estridente para que pudiésemos pasarla por alto. Reivindicaba en aquel entonces a su admirado Américo Castro frente al «hispanísimo ninguneo». Ocurre todavía con ciertos nombres de nuestra historia cultural, que, en otros ámbitos geográficos, habrían recibido probablemente el justo reconocimiento de la edición y el estudio cabales de su producción escrita e incluso el recuerdo onomástico en calles y plazas más allá de las de su lugar de origen. La figura del extremeño de Campanario Bartolomé José Gallardo (1776-1852) es una de las que todavía necesitan de la general consideración de las grandes personalidades de la historia, y que, a pesar de los empeños rehabilitadores de eruditos como Pedro Sáinz Rodríguez o Antonio Rodríguez-Moñino, no ocupa su debido lugar en el panteón de ilustres indiscutibles de nuestro patrimonio, ni siquiera en su Extremadura de cuna, tradicionalmente más obsequiosa con vírgenes y santos. El nombre de la Biblioteca Pública del Estado en Badajoz, o los del Instituto de Educación Secundaria y de la Biblioteca Municipal de Campanario, que le rinde tributo también con un busto sito en su céntrico Parque de la Constitución, son los más destacados testimonios visibles en su memoria; a los que hay que añadir los promovidos por la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx), que titula con Bartolomé José Gallardo sus jornadas bibliográficas y el Premio de Investigación Bibliográfica convocados todos los años desde 1995 y 1998, respectivamente; y que acaba de dedicarle la exposición bibliográfica de la UBEx en la Feria del Libro de Badajoz. Son estas encomiables huellas que contribuyen a popularizar a alguien cuya atención, sin embargo, queda restringida al terreno de la erudición.
Aunque no hace mucho un colega de literatura de una universidad española me confesaba desconocer quién fue Gallardo, fuera de aquí –la ciudad de Alcoy, donde murió, tiene una calle con su nombre–, nuestro autor ha sido objeto de investigaciones como la excelente tesis doctoral de Alejandro Pérez Vidal defendida en la Universidad Autónoma de Barcelona en 1990, y que parcialmente publicó en 1999 la Editora Regional de Extremadura ('Bartolomé J. Gallardo. Sátira, pensamiento y política'), o las aportaciones del grupo de estudios de la Ilustración y del Romanticismo de la Universidad de Cádiz que promovió el volumen 'La razón polémica. Estudios sobre Bartolomé José Gallardo' publicado en 2004. Incluso muy recientemente, una de las revistas americanas de más prestigio en los estudios dieciochistas del ámbito hispánico (Dieciocho, de la Universidad de Virginia) ha publicado un estudio del profesor Philip Deacon que atribuye al extremeño las 'Fábulas futrosóficas', un poemario de contenido sexual de extraordinaria rareza.
Los argumentos para considerar a Bartolomé José Gallardo uno de los nombres más relumbrantes de nuestro acervo cultural son muchos. Además de desempeñar un papel principal como bibliotecario en un momento histórico de tanta trascendencia como el de las Cortes liberales y la Constitución de 1812, de haber sufrido el exilio en Londres en 1814, de ser perseguido a su vuelta y desterrado por sus ideas y de haber sido diputado en Cortes, este «singular personaje, tan erudito como atrabiliario» —en palabras de Menéndez Pelayo—, abarcó con sus escritos una variedad pasmosa de materias, desde la medicina, la lexicografía o la métrica, hasta la bibliografía, la pintura y los estudios cervantinos y sobre el Siglo de Oro –fue amigo de Goya y proyectó una edición ilustrada del Quijote–; aunque su notoriedad le vino por su Diccionario crítico-burlesco (1811) –reeditado en 2021 por Alberto Romero Ferrer y Daniel Muñoz Sempere–, sátira anticlerical en respuesta a los retrógrados antiliberales que le granjeó más sinsabores y estigmas que distinciones.
Hoy recordamos su infortunio de hace doscientos años. Con la infausta vuelta del absolutismo a España, las Cortes liberales salieron de Madrid para trasladarse a Cádiz. En el viaje de ida y al pasar por Sevilla, en donde la comitiva embarcó sus enseres para continuar su ruta, una revuelta popular contra el gobierno liberal el 13 de junio de 1823, día de San Antonio, los saqueó, y los papeles y libros de Gallardo desaparecieron, y con ello gran parte de sus muchos trabajos realizados durante años. Con motivo del segundo centenario de aquel suceso que trató Moñino en su espléndido estudio de 1965 ('Historia de una infamia bibliográfica. La de San Antonio de 1823. Realidad y leyenda de lo sucedido con los libros y papeles de don Bartolomé José Gallardo'. Estudio bibliográfico, Editorial Castalia), la Universidad de Extremadura incluye entre su programa de la vigésimo cuarta edición de sus Cursos Internacionales de Verano-Otoño uno sobre el ilustre campanariense: 'Bartolomé José Gallardo y la de San Antonio de 1823. 200 años de una infamia bibliográfica' (Cáceres y Campanario, del 12 al 14 de julio de 2023), en el que, con el apoyo del Ayuntamiento de Campanario, la Diputación Provincial de Badajoz, la Secretaría General de Cultura de la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Junta de Extremadura y la Unión de Bibliófilos Extremeños, intervendrán los más destacados especialistas en el polígrafo, provenientes de diferentes universidades españolas.
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