La vida de los animales en la naturaleza es una pirámide de supervivencia donde la muerte está continuamente presente por muy dura que sea esta ... aseveración. Una especie mata a otra para poder subsistir. En este contexto tiene lugar la caza, una actividad consustancial con los ciclos de la vida y llevada a cabo desde tiempos inmemoriales por la especie humana. Para algunos colectivos esta actividad es antinatural e indigna, contraria a los sentimientos, por el supuesto maltrato animal. Para otros sectores todo lo contrario.
Una forma de caza es la montería. Modalidad ancestral que se practica en España desde hace siglos. Hay noticias de ella en el siglo XII, siendo rey de Navarra Sancho VI, quién ordenó redactar el ‘Códice de la montería’. Extremadura es una región cuna de monteros de leyenda, como el mítico Antonio Covarsí, ‘El montero de Alpotreque’, y con territorios de caza muy demandados por muchos cazadores nacionales y extranjeros. La Sierra de San Pedro, Villuercas-Ibores-Jara, La Siberia y, como no, Monfragüe. Bueno en este espacio ya no, porque la Ley Nacional 30/ 2014 ha prohibido la caza en los parques nacionales.
Una ley que acaba con una tradición milenaria en fincas, como es el caso del coto Valero; habría que recordar a algunos, que su propietario –el duque de Arión– preservó las manchas para la caza y así conservó uno de los territorios más genuinos y representativos del bosque mediterráneo. Origen de lo que hoy conocemos como Parque Nacional de Monfragüe. ¿No resulta un contrasentido proteger un espacio declarándolo Parque Nacional y a su vez prohibir la montería que acaba de ser declarada en nuestra comunidad bien de interés cultural? Lo sensato sería que se complementaran ambas figuras de protección; una relativa a la naturaleza y otra a la cultura.
Todos los implicados en el parque (propietarios, administración, asociaciones ecologistas y Federación Extremeña de Caza) coinciden en que una superpoblación de ungulados sería dañina para el parque. Es fácil deducir que el control de la población es absolutamente necesario. La Consejería competente de la Junta de Extremadura en materia de caza prevaricaría si autorizara una actividad que está prohibida por ley. No le queda otra que acatarla. Si esa ley tuviera alguna excepción o salvedad por motivos de índole social, daño a la cobertura vegetal, epizootias o competencias autonómicas sería posible llevar a cabo alguna acción, como ya está sucediendo en los parques nacionales de Cabañeros y Picos de Europa. Podrían ser actuaciones puntuales, no comerciales, por medio de sorteos públicos al igual que ocurre en los cotos sociales, o en la reserva de Gredos al recechar la cabra montés. Si no fuera así, se debería presionar al Gobierno central, incluida la Junta de Extremadura, haciéndole ver que algunas limitaciones contempladas en el texto suponen un perjuicio económico a los propietarios que habría que compensar; también al medio rural y a la actividad cinegética, que genera un 0,3% del PIB nacional y un número considerable de puestos de trabajo.
La montería y las rehalas han sido declaradas bien de interés cultural. La complacencia de muchos monteros y rehaleros es palpable. El sonido de las caracolas, las sueltas y ladras de los perros en el monte se harán con más ardor. ¡Qué imagen la de un perrero tocando su caracola en lo alto de un monte! ¡Qué conjunción de palabras hermosas: monte y caracola! A ello se une una satisfacción personal. Durante muchos años fui propietario de una rehala. Con perreros legendarios como los ‘Levitas’ de Esparragalejo o ‘El Patilla’ de Guareña. Por aquel entonces fui secretario general de Adenex, ¿Cazador y conservador? Pues así era y así soy, porque entiendo que caza y conservación son compatibles.
Mucho se ha avanzado desde el viejo refrán de «pájaro que vuela a la cazuela», ya que asociaciones, federaciones y cazadores, aún siendo la caza su razón de ser, tienen entre sus valores y objetivos la defensa del mundo rural y la conservación de especies y espacios naturales. Hay que destacar la labor que está desarrollando la Federación Extremeña de Caza, que ha hecho méritos suficientes para ser galardonada con la ‘Medalla de Extremadura’. Lleva a cabo una gran tarea: control riguroso de censos y en consecuencia especies a abatir, jornadas, conferencias, investigación, presencia activa en medios de comunicación defendiendo la caza pero a su vez poniéndola en valor como herramienta de conservación. Es mucho más divulgadora de la naturaleza que algunas asociaciones ecologistas que está más por las denuncias y prohibiciones que por dar soluciones a los problemas cotidianos. Enhorabuena a la federación y un aplauso a la Junta de Extremadura por haber dado este paso apostando por la caza en nuestra región.
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