Vivimos la época de la tecnología. El lenguaje coloquial ha desaparecido. Las cosas no se llaman por su nombre, sino con acrónimos. Hoy todo es impersonal. Ya no existen organismos, sino siglas. Los medios las usan a centenares, lo que obliga a buscar su significado ... o quedarse sin saber de que hablan. De CNMM a LGTBIQ, cada día se citan tantas y con tantas incorporaciones nuevas, que es imposible identificarlas todas.
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Siglas se usaron siempre. Recuérdense las antiguas SPQR, INRI, STTL, RIP, SAR, SRC; el cumplido SSSQBSM o el efectivo OK. Pero eran pocas y bien conocidas. En nuestro tiempo son una maraña inextricable.
Luego están los motes de la gente, que son siglas personalizadas. El carnet de identidad de los tipos singulares. De ordinario no tienen carácter ofensivo, sino meramente denotativo para identificar al destinatario del modo más definitorio. Badajoz ofrece un amplio repertorio de ellos impuestos por la sabiduría popular con acierto imposible de mejorar.
Taberneros eran Mandanga, Lengua Gorda, Nene, el Vasco, Pepe-Hillo, Pichi o Amancio. Un menudo profesor de matemáticas y un jefe de jardines eran Biscúter; otros dos, Fitu y Boris Carloff; dos bedeles, Sepia y Bacín; y varios guardias municipales, Salybusca, Gallineta, Cigüeña, Dientón, Guarrosvendo o el Eléctrico.
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Populares personajes callejeros Don Antonio y la Reja, Zanahorio, Fulli, Rojito, Pringue, Lejía, Limones, Soga, Chocolate, Marqués de Robert, Pepe el Sabio, Pupi, Cuato-Cuato, mister Lauri, Juanita, la Loba, Bolita, Patata, Ché, Semi, Pingüi, Papeles, el Buzo, Sapo, Cocoveo, las Antigüinas, Corujo –de profesión verdugo– Pirulo, los Butano, o el monstruo Vidarte. Y en el mundo suripantesco, Porroncha, Sorpe, medio litro, medio higo, y otros de alusión más directa al oficio, cuya contundencia el buen gusto pide velar.
En el ámbito profesional abundaban: Don Lápiz, Tostón, Chamorrete, Maño, Cable… Un magistrado era Juan Centella. Popó, Bollo, el Pipa y Toto (Estirado y Martínez) pintores. Probos funcionarios eran Cabeza buque y Mofeta. Peva, Breva, Trompa, Sopla, Moña o Sebo, se aplicó a buenos bebedores. Y Lambuzo, Cara y Sable, a conocidos vividores. El Cacharrero, Cerrajerito, Macetilla, Zapatones, Pescue, La Bacalá, padre Perra chica o Corre-corre, y Porrina de Badajoz, figuraban entre los más conocidos.
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Al alcalde Gómez Muñiz, dentista, le llamaban Don Pedro el Cruel. Sendos gobernadores fueron Pedro Pollo, Draculín y Pitita. Y otros políticos, Boca, Feo, Trinca, Trepa, Chupa, Maletín, o Cazo. Bellotari, Bombero, Cabezón y Alcornoque son de sobra conocidos. Y de ahora, fray Papilla y el nuevo Rojito. Matiti, Micha, Rodri, Jaga, Berna, MMM, EGB, ATS o Joluma, tienen el mote en su sigla.
De los desaparecidos son memorable el Chato de Caja Badajoz; Chicle, Miguel Celdrán; Manolo Tupé y el inolvidable Confite. Hace apenas unos días se fue a rapar y repartir en otras latitudes el Melli, colega de HOY.
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Entre los que aún forman parte del paisaje urbano familiar quedan el Pájaro, el Nervio, la Caloya, y el Ratina.
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