Desde que salió en los medios de comunicación la señora Ana Obregón en silla de ruedas con SU NIÑA en brazos, llevo intentando morderme la lengua. No puedo más.
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No, señores, no se puede comprar todo con dinero. La compra y venta de personas tiene ... un nombre (trata) y es delito.
No, no puede justificarse con que cada cual haga con su cuerpo lo que quiera, porque detrás de eso está, como casi siempre, la falta de solvencia económica y, una vez más, el rico se come al pobre por los pies con los papeles de colores.
No, una niña con una madre casi octogenaria no es normal por mucho dinero que le vaya a dejar en herencia. ¿Dónde están los afectos?
No, no se puede comprar un niño como quién se compra un coche para suplir la falta de otros seres queridos.
No, no se puede menospreciar tanto la vida ajena como para alquilar un cuerpo aprovechándose de la pobreza.
No, no, no. Esta señora no tiene valores, no tiene escrúpulos, no tiene vergüenza, no tiene empatía... Ahora sí, lo que tiene, sin duda alguna, son dos cosas: dinero y una facilidad de encaprichamiento que deja a un país entero con la boca abierta.
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Enhorabuena, señora Ana. Punto para el equipo de las locas.
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