
...Y era Nochebuena
troy Nahumko
Sábado, 24 de diciembre 2022, 09:31
Secciones
Servicios
Destacamos
troy Nahumko
Sábado, 24 de diciembre 2022, 09:31
Detrás de nosotros se extiende un manto de blanquísima arena hasta unos dos tercios de la altura de las negras montañas volcánicas. Los picos en ... forma de dedo se alzan cual negativo fotográfico de los Alpes; eso hasta que miras más cerca y ves que son palmeras y no pinos lo que bordea el fondo de la escena. En la dirección opuesta se adentran en el profundo azul del mar Arábigo las aguas turquesas de una bahía con forma de medialuna. Una calma solo perturbada por los delfines que entran y salen.
Abrí la cremallera de la tienda, sacudí la arena y miré hacia el escarpado montículo de roca negra que bordeaba la bahía. Enclavado en la dentada roca –según la tradición local, alimentada por una escasez de inscripciones preislámicas– se suponía que estaban las ruinas del mítico mercado de incienso y mirra de Caná. Cuenta la leyenda que desde aquí partió hacia Belén uno de los Reyes Magos, cargado de productos locales de estas montañas del sur de Yemen. Ya hacía un calor sofocante y era Nochebuena.
Más arriba, en la playa, también se había levantado nuestro servicio de seguridad obligatorio. Los jóvenes soldados con pelusilla por bigote y AK-47s remendados estaban en cuclillas alrededor de un hornillo portátil y preparaban qishr, una bebida hecha con cáscaras de granos de café, jengibre, cardamomo, y generosas cantidades de azúcar. El desayuno en la arena consistía en guayaba y panes servidos con la espesa miel negra que las abejas extraen de los árboles de incienso de la zona.
Entre sorbo y sorbo nuestro chófer Abdulilah nos aconsejó: «Desde aquí hay seis horas de viaje hasta Adén, y eso si no hay demasiadas dunas cruzando la carretera. Si quieres darte un último chapuzón, ahora es el momento de hacerlo. No queremos estar en ese tramo de carretera después del anochecer».
A medida que avanzábamos por la calzada cargada de espejismos, surgían de entre las arenas pueblos de adobe con ventanillas encaladas y palmeras datileras de aspecto cansado. Por mi ventanilla pasaban belenes vivientes. Niños cantores montados en burros demacrados por cauces resecos saludaban alegremente a nuestro paso. Mujeres menos agraciadas, completamente vestidas de negro trabajaban los campos. Llevaban enormes sombreros cónicos de paja sobre sus hiyabs para protegerse del implacable sol. Cuando le pedí a Abdulilah que parara para hacer una foto, recibí una lluvia de piedras que demostraba claramente que debería haber preguntado antes.
Llegamos a Adén, una ciudad que algunos equiparan con el Edén bíblico, justo cuando la llamada a la oración del atardecer resonaba en el cráter del volcán que forma la ciudad vieja.
Me tocó buscar algo para cenar por las abarrotadas calles, totalmente desprovistas de luces parpadeantes, Papá Noel o muñecos de nieve. De vuelta a la habitación del hotel, conseguí un pollo asado, pan y pasteles cubiertos de miel para acompañar las seis latas de Heineken que habíamos encontrado en uno de los mercados más tenebrosos.
Bajo las aspas de un ventilador de techo desvencijado repasamos la jornada y disfrutamos de la comida. Sin luces, sin villancicos y sin rebajas; todo lo que se necesitaba para esta velada festiva era la compañía de los seres queridos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.