Análisis

Café para todos

La estrategia política de ampliar a los demás lo que piden algunos decidió el modelo territorial y ahora la condonación de la deuda, pero ya veremos qué sucede con Almaraz

Pablo Calvo

Badajoz

Domingo, 2 de marzo 2025, 07:57

A veces, el resumen de la historia reciente de España puede caber en tres palabras: café para todos. No en vano, nuestro modelo territorial de ... comunidades autónomas se apoya en ese principio que procura contentar a todos partiendo del reconocimiento de una singularidad. Si algunos querían su autogobierno, la mejor fórmula para acallar descontentos, y vaya usted a saber qué más en aquellos tiempos de la Transición, fue servir el mismo modelo, con más o menos competencias, a todos. Que nadie se sintiera de menos ni agraviado.

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Este pragmatismo ha inspirado otras decisiones políticas desde entonces, pero ahora vemos que se practica como nunca con la propuesta de condonación de la deuda de cada comunidad autónoma. Todo para contentar a Cataluña y a ERC, que lo reclamó como condición indispensable para apoyar la investidura de Pedro Sánchez. Por ahí, el PSOE está cumpliendo lo que firmó para gobernar en la Moncloa, no hay sorpresa, pero se ha cuidado también de poner varias cafeteras al fuego para acallar su mala conciencia.

El café para todos, en cualquier caso, suele resultar una estrategia eficaz de la que es difícil zafarse. Las comunidades del PP, incluida Extremadura, van a tener complicado no acabar aceptando en algún momento y con los requiebros argumentales precisos (que se abra por fin la negociación del nuevo sistema de financiación autonómica, por ejemplo), esa quita de 1.718 millones de euros en nuestro caso, por mucho que se esfuercen en explicar con matemáticas simples que esa medida seguirá teniendo un coste para el bolsillo de los extremeños. Al fin y al cabo, unos no pueden merendar mientras los demás miramos y pagamos la factura.

Ayuso dejó caer en Mérida sus dudas sobre el cierre de las centrales nucleares de Cataluña

El café para todos también afecta a la energía nuclear en España. O eso creíamos hasta que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, con su particular modo de decir las cosas, dejó durante su estancia en Mérida una frase colgando del aire: «Ya veremos si cierran las de Cataluña». Lo cual lleva a las siguientes preguntas: ¿existe la posibilidad de que Almaraz sea la única central nuclear que deje de operar en España? ¿Hay opciones de que, una vez cerrada la planta cacereña, el insuficiente desarrollo de las renovables, un cambio de gobierno o la misma presión de los catalanes incorpore cambios en el calendario de cierre pactado en 2019?

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La presidenta extremeña ya hizo un tímido intento, aprovechando la manifestación del pasado mes enero, de crear un frente común con Cataluña y Castilla-La Mancha, que también albergan centrales. Hay quien piensa, incluso, que María Guardiola debería profundizar en ese intento de tejer una alianza estratégica con Salvador Illa, que tiene su Ascó y su Vandellós con fecha de caducidad, aunque ese acercamiento suponga aceptar que lo que susurran los catalanes siempre tiene más eco en Madrid que los gritos de los extremeños.

La diferencia, y el gran problema para Extremadura, es que se agota el tiempo. Los reactores de Almaraz son los primeros que deberán parar en 2027 y 2028, lo que implica adoptar una decisión casi de forma inmediata. El siguiente cierre no está previsto hasta el 2030, todavía con margen suficiente para que se replantee el apagón nuclear.

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En este sentido, la propuesta del exministro socialista Jordi Sevilla, hecha desde la misma casa de cultura de Almaraz, de acordar una pequeña moratoria en el calendario como solución intermedia, resulta interesante y a tener en cuenta.

Alargar la vida útil de la central en unos años, sin que ello suponga una enmienda a la totalidad a la hoja de ruta marcada por Transición Ecológica de prescindir por completo de la energía nuclear en nuestro país, puede quedarse muy corta para quienes no creen que las renovables sean capaces de sostener la demanda creciente de energía, pero al menos mantendría en pie el principio de café para todos. No vaya a ser que más adelante se cambie de opinión y nos dejen sin merienda solo a los extremeños.

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