La sonrisa que exhiben Elena o María, dos médicas rurales que cuentan su experiencia de ejercer en pueblos aislados de la región en una información de este domingo, actúa como un hilo de esperanza de que el carácter vocacional de la medicina siempre nos permitirá ... tener, más o menos cerca, un profesional que pondrá alivio a nuestra enfermedad. La disposición que muestran, igual que Adolfo, más de tres décadas atendiendo en la puebla de Guadalupe y sus alrededores, merece un reconocimiento, pero no llega a esconder la realidad de la escasez de profesionales que sufre la sanidad tanto en su atención primaria como en la especializada. La vocación y la disponibilidad no pueden serlo todo.

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Desde la Consejería de Salud se ha puesto en marcha un plan que intenta remediar la situación y fidelizar, a través de contratos más largos y de incentivos económicos básicamente, la presencia de médicos en nuestros centros de salud y hospitales. Como el mal no es solo de Extremadura, sino que la falta de especialistas y el poco atractivo, por múltiples factores, que ejerce sobre los nuevos profesionales la medicina de familia es generalizado, resulta complicado que los incentivos aprobados obren el milagro de cubrir todas las vacantes que tiene la sanidad extremeña, que en estos momentos debe competir con otras comunidades autónomas e incluso con el mayor atractivo de la creciente sanidad privada, que ofrece otro tipo de condiciones laborales.

Al estilo de los curas, sanadores de almas, que cada vez deben recorrer más parroquias para llenar todos los púlpitos huérfanos de vocaciones, a los profesionales de la Medicina se les ofrece desde la Junta cumplir sus tareas en más de un hospital de áreas de salud distintas para llegar a más pacientes, a cambio de mayores ingresos económicos.

Los kilómetros que se les propone recorrer en esta extensa región suponen un reto para el éxito del plan diseñado por la Consejería, sobre todo porque experiencias anteriores han dejado la lección de que el elemento económico no es el prioritario ni ayuda por sí solo a colmar las aspiraciones de los médicos, que deciden su carrera profesional en función de otros factores que les pueden resultar más atractivos.

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En cualquier caso, retener a los nuevos MIR con mejores condiciones laborales acorde a su nivel de formación y años de preparación, y optimizar en la medida de lo posible los recursos humanos de los que ya se dispone en la sanidad extremeña son palancas, utilizando el símil futbolístico y desesperado, que la Junta debe utilizar para hacer todo lo necesario en el objetivo de contar con más servicios y reducir unas listas de espera a las que no deberíamos acostumbrarnos, pero con las que ya parece que convivimos con naturalidad.

El funcionamiento de la sanidad pública, del que tan orgullosos nos hemos sentido los españoles pero que la pandemia mostró sus grietas, puede desmoronarse no por la parte de grandes inversiones en innovación y tecnología, ni por los niveles de formación que exhiben nuestras facultades, sino por no cuidar a sus profesionales hasta el punto de sentirse quemados, como ya ha sucedido en el campo de la educación, y cuyas consecuencias luego son muy difíciles de revertir. Que los principales inversores que han apostado por la sanidad privada se están aprovechando de estas circunstancias, fomentadas o no por los gobiernos de turno, es un hecho que tal vez se observa menos en lugares como Extremadura, pero que ya es incontestable en los grandes núcleos urbanos, y que también aquí empieza a llegar.

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Sin embargo, la dispersión territorial, el carácter rural, el envejecimiento de la población son factores que marcan el funcionamiento de la sanidad extremeña y que siempre va a hacer necesario contar con una María y una Elena. Cuidémoslas para que nos cuiden.

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