![Ibarra y las polémicas artificiales](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/09/28/alvaro-R1K3SNAXmn2jBFtR4yuCSAP-1200x840@Hoy.jpg)
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Montehermoso, cuna de uno de los principales símbolos extremeños, se ha declarado municipio comprometido con las lenguas de Extremadura, así, en plural, con el fin ... de ahuyentar las amenazas que acechan al patrimonio lingüístico de la región. Conservar la tradición oral debe ser, efectivamente, un legado para las siguientes generaciones porque se trata de una riqueza cultural que revela la identidad de un municipio o una comarca, y porque detrás de cada palabra que pronunciamos hay un mundo entero.
Pasada la fiebre de la movida, que había que pasarla como grito contra la caspa de la España en blanco y negro, se recuperó lo mejor del folklore, y ahora además atraviesa una edad de oro con artistas que lo han sabido mezclar con la modernidad imperante. También existe una mirada renovada de lo textil asociado a las tradiciones, y hasta el gorro de montehermoseña se ha convertido en complemento de moda. Un determinado habla, en cambio, siempre corre el peligro de desaparecer con las últimas personas que lo utilizan, y por eso es bueno estar especialmente vigilante en esta cuestión.
Otra cosa muy distinta es quienes se empeñan en demostrar que los extremeños tenemos una lengua propia, y hasta un idioma, como si esa circunstancia fuera un elemento imprescindible para no ser menos que nadie, y como si de ello dependiera que nos tuvieran en cuenta. Pero los extremeños tenemos el español, que es muchísimo, con nuestros modismos, giros y peculiaridades, a veces fruto de la mezcla y otras precisamente por su ausencia. Construir una teoría que vaya mucho más allá es un quiero y no puedo.
Es levantar una polémica artificial, igual que resulta un sinsentido el debate 40 años después en torno a cuándo debemos festejar el Día de Extremadura. Rescatar ahora una nueva fecha, el 25 de marzo, que nunca estuvo sobre la mesa cuando hubo que decidirlo (como si estuvo, por ejemplo, el 14 de agosto por la matanza de Badajoz, o el 21 de mayo, cuando echó a andar la Asamblea), es perder la perspectiva de dónde hay que poner el acento para construir una sociedad extremeña más próspera y cohesionada, dedicando los esfuerzos a lo que de verdad importa. Si la revuelta del 25 de marzo merece ser recordada como fecha histórica relevante de la explotación campesina, y hasta de denuncia de lo que pueda quedar al respecto en la sociedad de hoy, hágase, pero no a costa de agitar controversias que en realidad nunca existieron.
Porque las polémicas artificiales sí generan heridas reales. La última víctima ha sido Álvaro Martín, al que el expresidente de la Junta Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha vetado de forma injusta (como al resto de galardonados el 7 de septiembre y al invitado a pronunciar el discurso ciudadano) para que opinen de Extremadura si no pagan sus tributos en la región, y en el caso del atleta llerenense, además, de forma errónea. De una reflexión de fondo, la del exceso de victimismo y la tentación de flagelarnos sin descanso que tenemos los extremeños (cofradía del lamento llegó a decir Vara en alguna ocasión), Ibarra pasó al ataque personal y a la desmesura de exigir que se pida perdón por tener talento, triunfar en el mundo y seguir pensando en tu tierra.
El expresidente siempre ha sido un experto en crear este tipo de polémicas por alcance, hasta ahí no debería extrañarle a nadie su útima intervención, y lo ha seguido haciendo allí donde le han dejado en los últimos años, pero sin el foco que ahora le ha vuelto a poner encima, desde que es secretario general, un Miguel Ángel Gallardo del que nadie recuerda lo que dijo o dejó de decir después de la intervención de Ibarra. De todo lo cual cabe extraer dos conclusiones: uno se define por las personas que elige tener a su alrededor; y, segundo, a veces solo hay una cosa peor que generar polémicas artificiales, y es no generar ninguna.
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