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Hasta la prueba de acceso a la Universidad, la antigua selectividad, ha sido objeto de promesa política en la campaña para las elecciones europeas que ... nos llevan este domingo a las urnas. Feijóo ha anunciado que las comunidades autónomas gobernadas por el Partido Popular impulsarán una prueba única en sus territorios.
Establecer un examen único para todas las regiones, tal y como está concebido hoy el sistema educativo, no es posible desde el momento en que el temario varía, no en todo pero sí en parte, según el lugar donde se estudia. El Bachillerato de la Comunidad Valenciana no es idéntico al de Extremadura, aunque las dos estén gobernadas por el PP con Vox. Saber que ni quiera hay unanimidad para llamar a la prueba con un mismo nombre (EBAU en Extremadura, pero también EVAU, PAU, EAU y AvAU según el centro educativo esté en una u otra región) ya debería darnos una pista del lío que existe al respecto.
Pero sí es cierto que el examen para ingresar a la Universidad española merece ser objeto de un profundo debate. La prueba lleva varios años siendo cuestionada por quienes observan distintos niveles de dificultad según la comunidad en la que te examinas; es decir, estaría propiciando situaciones injustas entre una misma generación de estudiantes para acceder a la misma carrera universitaria.
En este punto, no es la primera vez que Extremadura es señalada como una de las comunidades autónomas donde resulta más fácil obtener buena nota en la EBAU, y las estadísticas del Ministerio indican que, efectivamente, solemos estar en la parte alta de la clasificación. Lo cual tampoco demuestra nada.
Pero a esta desconfianza no ayudan circunstancias como la sucedida este año con el examen de Física. Las protestas por su grado de dificultad han logrado que no se evalúe parte del ejercicio, y todo el episodio deja en el aire una duda enorme sobre los procesos y criterios que determinan los contenidos de un prueba tan trascendental para el futuro de miles de jóvenes. Una vez que han surgido problemas como los de esta semana, cualquier arreglo deja la sensación de chapuza.
España necesita avanzar en una prueba que, sea o no común, sí garantice que se trata igual a todos los jóvenes que deben enfrentarse a ella. Ejercicios como los que realizan los MIR demuestran que miles de personas pueden examinarse a la vez sin que surjan sospechas de diferencia de trato.
En cualquier caso, la verdadera igualdad para la elección de una carrera o de una Universidad no se logrará solo por esta vía, no depende únicamente del tipo de examen de acceso que se haga. Estudiar en una región u otra no es lo que genera más diferencias a la hora de evaluar los conocimientos de nuestros jóvenes. Frente a lo que ocurría con la antigua selectividad, el actual examen de acceso ya no sirve para determinar quién entra o no en la Universidad en años de masificación; la actual EBAU es aprobada por la práctica totalidad de quienes la realizan, sea en una comunidad o en otra, pero una décima de la nota puede convertirse en vital.
En este sentido, hay que recordar que la calificación de acceso a los estudios universitarios viene menos determinada por la nota que se obtiene en la EBAU (un 40%), que por la que se logra en el Bachillerato, que pesa el 60% final. De este modo, en realidad son los centros educativos los que, en mayor medida, tienen en su mano la decisión de si los alumnos podrán entrar en las universidades de mayor prestigio o en las carreras más deseadas. Y eso lo pueden hacer tanto los centros públicos como los de carácter privado o concertado que imparten el Bachillerato. Esas diferencias intercentros son más determinantes que las interterritoriales en el futuro de nuestros jóvenes, aunque parece que no interesa hablar tanto de ello.
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