![Para qué quiero a las instituciones](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/11/09/trumnp-Rir5ZwvXlyRsOcTpCIITySN-1200x840@Hoy.jpg)
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Cuando el lodo se despegue de las calles de los pueblos de Valencia, seguirá incrustado entre sus habitantes algo que será mucho más complicado de ... eliminar: la desconfianza hacia las instituciones que no fueron capaces de protegerles. Aunque ya se habían percibido algunas señales, el desapego de los ciudadanos hacia el sistema institucional no se había hecho antes tan patente hasta la lluvia de barro que también salpicó a los Reyes, a salvo hasta entonces de las corrientes de indignación que en ocasiones atraviesan este país. Fue una línea roja traspasada y así lo entendieron los propios monarcas.
La tragedia de la DANA, su falta de previsión y su ineficaz gestión posterior, acabará muy probablemente juzgada en los tribunales, pero, en estos momentos, el caos que prevalece ya se ha convertido en un hábitat ideal para que crezca la nueva antipolítica, que se apoya en una máxima peligrosa: si ningún gobierno me sirve, cualquier otra opción me vale.
Para llegar a ese momento, no solo es necesario que se dé un escenario de ineptitud demostrada, sino también su mezcla explosiva con la difusión de bulos y desinformaciones, más creíbles cuanto más torpe es el ejercicio del gobierno.
Hace unos meses, los españoles tuvimos el fenómeno patrio de Alvise, capaz de recibir miles de votos al erigirse como líder de esa antipolítica, y esta semana hemos asistido al regreso de Donald Trump a la presidencia más importante del mundo, una victoria lograda prácticamente al margen de la estructura del Partido Republicano.
Su victoria demuestra que el ciudadano carga contra el sistema tradicional de poder porque observa que su discurso no guarda relación con sus vidas ni con sus afanes diarios. No se siente reflejado en esas elites políticas, que no han conseguido proporcionarle el bienestar que busca. Trump, en cambio, un multimillonario nacido ya multimillonario, ha sido capaz de llenar ese vacío de las clases trabajadoras que han perdido la confianza en el desgastado modelo habitual, y calmar el miedo de los inmigrantes que temen perder lo que han conseguido con la llegada de más inmigrantes, aunque eso no sea así. Martin Baron, director del Washington Post durante el primer mandato de Trump, recuerda en su libro 'Frente al poder' que el propio presidente ha llamado a su forma de proceder en política como la 'hipérbole veraz', que consiste en exagerar todo como si eso mismo no constituyera ya una distorsión de la verdad.
Corremos el riesgo de que ese trumpismo, con la avanzadilla de Díaz Ayuso, se intensifique también aquí y cope mayor espacio público tras lo sucedido con la DANA, una tragedia que no necesitaba ser objeto de bulos e hipérboles pseudoinformativas, como la de los cientos de muertos en los aparcamientos, solo para quebrar aún más la confianza en el Estado.
En cualquier caso, ni mucho menos toda expresión de indignación en la tragedia de Valencia responde a una estrategia de la ultraderecha, como se intenta hacer ver desde otros sectores aplicando un reduccionismo que desprecia el cabreo de toda la población afectada.
Por esta razón, como también escribe Baron, «ante el desafío que plantea Trump para la democracia, la necesidad de pedir responsabilidades a los líderes políticos es más fuerte que nunca». Es decir, el episodio mortal de gota fría no debería dejar como conclusión el desacreditar el sistema institucional que sustenta al Estado para optar por quienes aprovechan el río revuelto para vender sus pócimas milagrosas, sino ser más exigentes con aquellos que quieren representarnos.
Lo cual, visto lo visto en Valencia con Mazón y su equipo, también nos tendría que hacer reflexionar en serio en este país sobre los filtros que empleamos para decidir quién llega a los máximos niveles de gobierno y a los escalones altos de los partidos, si son los más capaces y quienes demuestran mayor sentido común o, por el contrario, solo son aquellos miembros de la sociedad que más lo ambicionan con independencia de sus virtudes.
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