Participantes en uno de los actos de primarias la pasada semana. J.V.Arnelas
Análisis

El voto de los 9.000

Los socialistas eligen el próximo 2 de marzo a su tercer lider en 40 años, en un proceso de primarias sin divergencias de ideas, solo diferencias de poder

Pablo Calvo

Badajoz

Domingo, 25 de febrero 2024, 07:54

El próximo sábado, más de 9.000 militantes socialistas de Extremadura están convocados a elegir, en primarias, a la persona que ocupará la secretaría general, la tercera en cuatro décadas, de un partido que ha gobernado 36 de los 41 años de historia de la ... autonomía extremeña. Miguel Ángel Gallardo o Lara Garlito se convertirán en la cara visible de un PSOE que, pese a perder por segunda vez desde 1983 el gobierno regional, aún conserva un importante poder institucional, ayuntamientos y diputaciones provinciales, además de una extensa capilaridad territorial y social.

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Con las primarias, en cualquier caso, lo que el PSOE extremeño tratará de resolver es su incuestionable crisis de liderazgo, y aunque se venía barruntando en los últimos tiempos, se hizo más profunda en el mismo instante que se conocieron los resultados de las elecciones y su salida de la Junta el pasado verano. Los socialistas extremeños se juegan lo que serán en el futuro el próximo 2 de marzo, pero sobre todo lo hacen a partir del día 3, cuando tendrán que demostrar que las primarias no les deja separados en dos bloques irreconciliables y que, por encima de las diferencias de voto, les une una misma forma de entender la organización de la sociedad. El PSOE evidencia como denominador común unas profundas crisis de liderazgo en aquellos territorios en los que pierde el poder (caso de Andalucía y el carrusel de nombres en Madrid y otras comunidades), y eso mismo puede sucederles en Extremadura si las primarias del sábado dejaran unas cicatrices demasiado profundas.

El PSOE trata de resolver su crisis de liderazgo, que también se ha producido en territorios en los que deja de gobernar

En esta carrera hacia la secretaría general, no se ha advertido, al menos hasta el momento, la existencia de un especial juego sucio entre ambos candidatos ni entre sus partidarios, y es un hecho a subrayar, lo que no quiere decir que no existan las habituales corrientes subterráneas en forma de presiones y promesas. La próxima semana, que se abre mañana con un debate entre Garlito y Gallardo, puede que eleve, no obstante, la tensión entre ambas candidaturas, sobre todo si pensamos que en el PSOE extremeño no se dirimen dos modelos de partido, ni existen visibles divergencias ideológicas, ni siquiera, como se decía antes, diferentes sensibilidades. La prueba evidente es que una cuestión como la amnistía, y todo lo que puede conllevar consigo de fijar una postura sobre lo que debe ser el socialismo actual frente a las ambiciones nacionalistas y el modelo territorial futuro de España, no forma parte del debate de estas primarias, que tratan de evitar este tipo de cuestiones espinosas. Ni siquiera Gallardo, que pasa por ser el candidato con menor simpatía de Ferraz y que ha incorporado entre sus partidarios a los restos del ibarrismo, se ha apartado mínimamente hasta el momento de ese camino. Pero no hay que olvidar que una de las razones que han llevado a los socialistas extremeños a la oposición es haber borrado su identidad propia frente a lo que disponía Sánchez cada vez, una lealtad entendida como seguidismo por el ciudadano.

El 2 de marzo lo que se dirime en un enfrentamiento por quién ejercerá el poder en el PSOE extremeño, con vistas luego a volver a gobernar la Junta, y poco más de fondo nos va a dejar este proceso. No hay contraste de modelos políticos, hay recuento de afinidades personales. Tal vez sea algo intrínseco a las propias primarias e ingenuamente se echa en falta un mayor debate de ideas. De la generosidad con la que se aplique el necesario pegamento interno dependerá alcanzar el segundo de los objetivos. Que resten tres años hasta las próximas elecciones puede operar tanto como una ventaja, pues hay tiempo suficiente para sentar las bases de un liderazgo sólido, como un hándicap, pues en cualquier partido, y ahí está el ejemplo de María Guardiola y el Partido Popular, no hay mejor instrumento para acallar voces internas que disponer del Gobierno y el DOE.

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