Llega el momento de despedir el año 2023, un año que para muchos habrá sido el mejor o de los mejores de su vida y ... para otros, todo lo contrario. Nacemos para morir y eso, por desgracia, no lleva intrínseca enseñanza alguna ni preparación para esos momentos, a pesar de saberlo de antemano. El dolor, la rabia y la tristeza son emociones difíciles de acoger y en esta época del año, cuesta aún más darles cabida y poder manejarlas. El entorno en ocasiones no ayuda y, con la mejor intención a veces, hacemos caer aún más a la persona.
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Quisiera mandar un abrazo enorme a todas aquellas personas a las que no le gusta esta época del año. Os entiendo y os acompaño. Es difícil vivir estas fechas cuando te duelen.
Como profesional, cometo errores que trato de reparar y subsanar escuchando, observando, aprendiendo y reparando el daño. A veces ocurren situaciones que, de antemano, crees que vas a poder solventar, pero en el escenario real surgen variables que hacen que nada sea como habías pensado. Los errores son oportunidades de aprendizaje y así los acojo en mi caso.
Como padres y madres, también se cometen errores. Y como hijos. Y como hermanos. Y también corresponde a cada quien, aprender y reparar. Porque, en el caso de los padres y de las madres, a los hijos también hay que pedirles perdón, por supuesto.
Hay adultos con infancias rotas que jamás recibieron un perdón. Nunca vino su padre o su madre a decirle que se equivocó, que lo hizo mal. Y esto no puede tener cabida ya.
No sé en qué momento en estos últimos años se están perdiendo cantidad de valores y no es difícil encontrar desconfianza entre las propias familias: cuando el hijo de otra ha sacado mejores notas, cuando se hacen corrillos y se aísla a un niño de manera intencionada, cuando se confunde el no obligar a compartir con que un niño es dueño de un parque entero, cuando se dan permisos a pegar a otros pero que al tuyo no le pegue nadie, porque pobrecito, cuando se desprestigia a los profesores cuando la realidad es que ese niño en casa no tiene una sola rutina de estudio ni un adulto que le acompañe, cuando un niño hace daño a otro y se dice que son cosas de niños sin ver la gravedad (si se lo hicieran al tuyo seguro que lo catalogarías de otra manera), cuando a los hijos de padres separados se les habla mal del otro para que lo odien con todas sus fuerzas, cuando se les rellena el tiempo abusando de las pantallas, cuando se les compran móviles o vápers en la primera comunión, cuando se les permite que, aun no teniendo la edad siquiera, se hagan perfiles en redes sociales (aunque sean privados), cuando se tienen conversaciones delante de ellos pensando que no se están enterando de nada, cuando se les dice que pegue más fuerte, y un largo etcétera.
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Y de todo lo anterior, la infancia no es responsable. La responsabilidad está en nosotros y en lo que estamos haciendo. Las situaciones mencionadas han sido recogidas en mis intervenciones con familias, siendo las que más se han repetido a lo largo de ellas.
Para este 2024 pido dar una vuelta a nuestros actos, a conocer más a la infancia y lo que necesita y a cambiar la mirada, porque ya han sido muchos años de dar demasiadas cosas por sentado.
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