
«Ya nunca volveré a estar sola. He vuelto a vivir»
Lenguaje de vida ·
Patricia Juzgado
Sábado, 1 de abril 2023, 08:51
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Lenguaje de vida ·
Patricia Juzgado
Sábado, 1 de abril 2023, 08:51
Estas han sido las primeras palabras de Ana Obregón tras conocerse que ha vuelto a ser madre por segunda vez, en esta ocasión mediante gestación ... subrogada en Estados Unidos y a la edad de 68 años. No voy a entrar en ningún debate sobre la gestación subrogada, no es el medio ni el lugar.
De esta noticia, me han llamado la atención dos puntos: el primero la edad a la que Ana ha decidido ser madre de nuevo, y el segundo, las palabras que ha empleado.
Desde que se conoció la noticia, he leído y escuchado tanto en redes sociales como en algunos medios de comunicación, que tenemos el derecho a ser madres y padres. Y lo cierto es que «literalmente» no es así.
No existe el derecho a ser madre ni a ser padre como tal, como derecho reconocido o amparado en una ley o constitución. La maternidad y la paternidad es un deseo, una decisión.
Y una de las preguntas que se me viene cada vez que hablo de este tema es: ¿para qué se tienen hijos? Y es la pregunta que me gustaría hacerle a ella si tuviera la oportunidad.
Hace casi 9 años, falleció mi sobrino con 15 años. Jamás olvidaré una de las frases que más escucharon sus padres: «Por lo menos dar las gracias que tenéis otros dos hijos más, y encima más pequeños que aún están en edad de ser cuidados». Cómo si ellos tuvieran que dar las gracias, cómo si por tener otros dos hijos perdieran su derecho a sufrir. Nadie sustituye a nadie, y, menos aún, a un hijo. Y si no, que se lo pregunten a los padres.
La soledad, la tristeza, la rabia y el dolor que provoca la pérdida de un hijo, no es abarcable para quien no lo ha pasado. Podemos tratar de imaginar qué sentirán, cuánto dolerá, ese «estar muertos en vida» y ese cuánto tiempo tiene que pasar para que puedan coger aire y respirar y que duela algo menos. Pero sentirlo sin haberlo vivido, no podremos.
Ayer leí el testimonio de una chica llamada Valeria (utilizó un pseudónimo para contar su historia) y contaba que ella fue adoptada por una pareja de 64 años (su madre) y 72 años (su padre). Explicaba las cargas que tuvo que soportar cuando aún no tenía 15 años: no poder seguir estudiando, tener que encargarse de bañar a su madre, de controlar su medicación y haber perdido a su padre cuando aún no había cumplido los 5 años. También tuvo que dejar de estudiar.
Dijo textualmente sobre la decisión que habían tomado sus padres que «no es bonito ni un ejemplo a seguir. Yo me he sentido muy sola».
Y me partió el alma.
Ser madre a los 68 años ha sido una decisión que Ana ha tomado. Lo que yo me pregunto es: dice la frase de «nunca volveré a estar sola», pero ¿y su hija? ¿Ha pensado en ella?
Los padres y las madres son los que han tomado la decisión de tener hijos, mientras que los hijos en cambio no piden nacer, no tienen la responsabilidad de llenar los vacíos, de suplir las necesidades de sus padres ni de cuidar.
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