La persona que encuentra una ofensa en lo que cualquier otra hace, quizá tiene algo que sanar o, al menos, que revisar. Y es que a pesar de creernos con el derecho de poder opinar con cualquier tipo de palabras sobre lo que otra hace, ... no lo tenemos. Que estamos en democracia, que existe libertad de expresión y de opinión, pero no confundir con la sinvergonzonería y la falta de educación. La frase aquella de «yo puedo decir lo que me dé la gana que esto es un país libre», a ver si somos capaces de aceptarla también cuando seamos cualquiera de nosotras las víctimas de semejantes dardos, que luego ahí sí que nos ofendemos, porque, claro, no es lo mismo decir de otra a que digan de ti.

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Hace poco más de tres semanas Cristina Pedroche ha sido madre. Ella misma reconoce ser consciente de la cantidad de odio que genera por lo que cuida de lo que dice, de cómo lo dice y, en el 100% de sus publicaciones, añade: «Esto es lo que me está pasando a mí, porque cada mujer es diferente y cada una tenemos nuestro proceso».

La cantidad de palabras ofensivas, malsonantes, insultos y barbaridades que está recibiendo, casi en el 90% viene de otras mujeres que también son madres. Parece ser que no les viene bien nada de lo que esta mujer está viviendo que, vuelve ella misma a recordar, es su proceso. Habló de su embarazo, de profesionales con los que contaba como asesoras de lactancia y crianza, 'coach' y ahora una psicóloga perinatal, de cómo le está yendo dando el pecho y ahora de la recuperación física tras haber dado a luz.

También recibe exigencias para que muestre la cara de su hija en las redes después de «la turra que ha dado con todo el embarazo, ¡qué menos!, es lo que tendría que hacer».

Acompaño a familias en proceso de crianza respetuosa y lo primero que se me viene decir es: gracias Cristina, por visibilizar y por mostrar a la sociedad profesiones como las que nombras, que trabajamos para que cese la normalización de patrones arcaicos y negligentes con los menores y que otra crianza es posible. A través de tus palabras y tu proceso, y de la violencia de las palabras y mensajes que recibes de mujeres que son madres, podemos seguir comprobando de primera mano cuánto queda por hacer, porque si una madre no es capaz de respetar el proceso de la otra, ¿qué puede ser aquello que tenga para revisar en sí misma?, ¿qué es eso que haces tú que le molesta tanto a ella?, ¿de dónde sale ese odio?, ¿de qué está cuidando en sí misma para utilizar ese vocabulario y esas faltas de respeto?

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Tenemos que seguir viviendo en un mundo donde, por desgracia, se sigue pensando que todo vale, que todo está permitido y que tenemos unos derechos por encima de cualquiera. No somos jueces de nadie, ni es nuestro trabajo criminalizar ni condenar a una persona por hacer las cosas de manera diferente a nosotras, a menos que lo que observemos sea violento y atente contra algo o alguien. Ahí, más que derechos, tenemos deberes.

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