Más de una vez he traído a este espacio las dificultades a las que se enfrentan los corresponsales de este periódico para contar asuntos que tienen interés informativo. Son dificultades mayores que las que tiene cualquier periodista porque los corresponsales no viven de informar y, ... en la mayoría de los casos, lo hacen porque consideran que su labor de corresponsal es un servicio a su pueblo. Su función es, sobre todo, altruista. Con todo, la dificultad a la que en algunas ocasiones se enfrentan no acaba aquí y va más allá de su carácter de informadores, digamos, aficionados. En un pueblo, el poder de quienes tienen representación institucional está más presente que en una ciudad. Un periodista que trabaja en una redacción da por descontado que muchas veces sus informaciones escuecen a cualquier representante público, y que eso ocurra apenas deja un rastro en su ánimo, pero para un corresponsal es un trago verdaderamente amargo publicar una información que sabe que no le va a hacer ni pizca de gracia a, por ejemplo, su alcalde, con quien con toda seguridad mantiene un trato cotidiano. Comprenderán por qué les digo que esos corresponsales que arrostran las consecuencias de publicar una información incómoda para su alcalde, exponiéndose incluso a la ingratitud de muchos de sus convecinos, tienen mi más alta consideración, humana y profesional. Me pregunto si esos informadores de los pueblos no sirven al periodismo y hacen más por el derecho de los ciudadanos a estar informados que muchos de los periodistas titulados a los que nos va en el sueldo que alguien con poder se enfade con nosotros.
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Este largo preámbulo lo he escrito pensando en el corresponsal de este periódico en Guareña, Pedro Fernández, porque le viene como un anillo al dedo. Vean si no: Pedro publicó en el hiperlocal el pasado martes, día 8, una información que contaba que el bar de la sede del PSOE estaba cerrada a raíz de que un inspector de trabajo fuera a hacer una inspección. Tras identificarse e informar del motivo de su visita, se produjo una discusión que terminó con el inspector yéndose del bar después de que varias personas de las que allí había le quitaran los papeles de la inspección. El hecho se produjo el 26 de enero, es decir, 13 días antes de que saliera publicado. En ese tiempo, Pedro Fernández corroboró sin ninguna duda la certeza de este relato y pidió al secretario local socialista y alcalde de Guareña su versión sobre los hechos. Abel González los negó y le dijo que la razón por la cual el bar de la sede estaba cerrada es porque la estaban pintando. Cuando el PSOE de Guareña vio publicada la información del inspector en el bar de su sede difundió en Facebook una nota, que poco tiempo después retiró, en la que acusaba a Pedro Fernández de caer «en una corrupción mediática sin precedentes». Calificaba la información de «tendenciosa, sesgada, sin contrastar a las partes» y de un «insultante ataque a la verdad». Terminaba diciendo que lo que había hecho el corresponsal de Guareña no era información «sino podredumbre». Más palabras sobran.
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