Pasado el verano y despejada la gobernanza autonómica, creemos que ha llegado el momento de retomar algunos proyectos para la industrialización de nuestra región por su capacidad de transformar y modernizar la sociedad. Y como premisa, dada la importancia de la colaboración del sector publico ... en este tema, vemos muy conveniente la creación en nuestra administración autonómica de una Consejería de Industria, Energía, Minas y Transición Energética, cuyas competencias ahora están poco valoradas y atribuidas de forma incomprensible a la Consejería de Agricultura.
La transición energética no es otra cosa que el proceso de descarbonización de la economía, reduciendo las emisiones contaminantes producidas por las energías fósiles, como el carbón, gas natural y petróleo, y sustituyéndolas por las energías renovables. De las primeras carecemos y de las segundas podemos ser una potencia europea, gracias a nuestros recursos naturales y condiciones competitivas. Por ejemplo, en Alemania la media de horas en funcionamiento de una planta solar no llega a 1.000, mientras en buena parte de España y de Extremadura puede llegar fácilmente a 2.000 horas.
Así pues, se nos brinda una magnífica oportunidad para el desarrollo de la industria española y, en particular, la extremeña. La hoja de ruta que recoge el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) 2021-2030, preveía alcanzar unos importantes objetivos en la producción de las distintas energías renovables y, también, una posible revisión al alza. En efecto, en el borrador enviado a la Comisión Europea el pasado 28 de junio casi se duplican dichos objetivos e, incluso, se supera en el caso de la solar fotovoltaica, pues de 36 GW previstos, y ahora conectada de 23 GW, se pasa a 76 GW para 2030.
En esta línea, Extremadura deberá revisar su propio Plan y pasar de los 10 GW previstos a 20 GW, siendo ahora la potencia instalada fotovoltaica de 5.5 GW., así como un aumento importante por bombeo hidráulico reversible en los grandes embalses y, también, de procedencia eólica y de la biomasa tanto vegetal como órgánica o de cualquier clase de residuos. Los objetivos son muy ambiciosos y para cumplirlos hay que agilizar los permisos de instalación, aumentar la capacidad de la Red eléctrica de evacuación, transporte y conexiones internacionales, así como regular e incentivar el almacenamiento para que no se pierda la energía por su no uso.
A diferencia de lo que ocurre ahora que vendemos el 80% de la electricidad fuera de la región, esta nueva energía de forma preferente se utilizaría «in situ». De este modo, seria una transición energética justa, democrática, equitativa y equilibradora del territorio y, por otra parte, se limitaría la proliferación de torres y postes para llevarla hasta las grandes áreas de consumo y demanda de Madrid y el País Vasco, muy deficitarias en potencia instalada. En este sentido, parece lógico que el precio de la electricidad se redujese, al menos, en un 10-15% que es la pérdida que se produce en su transporte, con lo cual se facilitaría la instalación de numerosas empresas en nuestra región.
Dada la enorme producción renovable prevista y para evitar una burbuja energética, habría que electrificar al máximo toda la actividad económica y la de nuestros hogares, prepararnos para el cierre de la central nuclear de Almaraz en 2027-28 y poner en marcha grandes proyectos de investigación y de consumo eficiente. Entre estos, tenemos algunos ya avanzados como el Centro Ibérico de Investigación en Almacenamiento Energético (Ciiae) en Cáceres, la gigafactoría de baterías de Navalmoral de la Mata y la fábrica de diamantes artificiales de Trujillo.
A más largo plazo, la fábrica de baterías en la plataforma logística de Badajoz y en relación con las minas de litio de Cañaveral y de níquel en Monesterio, el centro de datos CC Green de Ingenostrum en Cáceres, así como diversas instalaciones derivadas del discutido litio de Valdeflores y la fabrica de componentes para las energías renovables que promueve la empresa Iberdrola.
De todos modos, la mayor parte de las nuevas aportaciones de electricidad renovable se destinará para la producción de hidrógeno, bien para su transporte o, aún mucho mejor, su transformación en la región. El tema del hidrógeno, como vector fundamental y gran panacea para la transición energética, todavía presenta algunas incertidumbres, pues no existe un modelo de negocio eficiente que sirva de referencia debido al alto coste actual de producción. También, tiene problemas de suministro y dependencia de ciertas materias primas, en especial de China, y necesita de importantes avances tecnológicos.
No obstante, está asumido que el futuro de la energía ha de ser, en buena medida, verde y sostenible y que esto pasa por la producción de electricidad renovable e hidrógeno en grandes cantidades, para lo cual miles de empresas en todo el mundo están preparándose con este objetivo. Solo la Unión Europea tiene previsto consumir en 2030 más de 20 millones de toneladas de hidrógeno verde. Es lógico que como industria emergente e innovadora que es, necesite ayudas e incentivos especiales en una primera fase, como ya lo hace EE UU y deberá hacerlo de forma mas decidida la Unión Europea.
Entre otros grandes proyectos en Extremadura y en el que estamos comprometidos se encuentra la propuesta de instalación de un complejo industrial en la comarca de La Serena, dentro del Valle del Hidrógeno Puertollano-Mérida, para producir 100.000 toneladas de hidrógeno y 350.000 de amoniaco al año en el horizonte de 2030, así como fertilizantes nitrogenados, combustibles y oxígeno, a partir de 4.000 MW, en su mayor parte, de procedencia fotovoltaica.
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