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Pedro Sánchez es el PSOE
LA CALMA DEL ENCINAR ·
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LA CALMA DEL ENCINAR ·
He tardado en concluir la mala digestión que me producía la inanición del Partido Socialista Obrero Español y este rincón es testigo de numerosas alusiones al respecto. Muchas veces, durante estos años de «socialsanchismo», me he preguntado: «¿Dónde está el PSOE, dónde los socialistas?», porque ... me costaba creer que un partido de gobierno, tan grande, tan ideologizado y tan contestatario en sus bases, permaneciera callado ante las invectivas a todo lo fundamental por parte de Pedro Sánchez. No entendía el silencio, la claudicación y la entrega de una fuerza política tan asentada geográficamente, que ha gobernado España la mayor parte de nuestra reciente democracia y con una base militante tan fervorosa, se mantuviera desaparecida en un momento en el que peligran incluso los cimientos del sistema. He tardado porque me negaba a creer lo que la evidencia gritaba, pero ya lo he entendido: Pedro Sánchez es el PSOE, el PSOE es Pedro Sánchez. Y no hay más. Se ha comido al partido a dentelladas, lo ha digerido y lo que queda, como hace la mantis religiosa después de devorar al macho, es un caparazón sin proteínas, que ha defecado.
Pablo Calvo, en su análisis semanal en HOY, se preguntaba: «¿Hasta dónde está dispuesto Pedro Sánchez a tensar la cuerda del PSOE y a doblar el junco de la resistencia más o menos explícita de los barones a sus decisiones?». Pregunta que, por lo que entendí, respondía él mismo a lo largo de su acertado análisis. Los llamados barones –alguno ha devenido en triste delegado del «conducator» socialista– andan guardando la ropa, con la excepción del castellanomanchego Emiliano García-Page. Lo que queda del puño y la rosa es una caricatura, estilo Dorian Grey, en la que se esconde la cara de un personaje siniestro y sin limitaciones. La Constitución dispone de un resorte, Art 102, para impedir que, desde la presidencia del Gobierno, pica en mano, un individuo haga caer todo el sistema, pero es inútil esperar que del PSOE pueda brotar una solución ajena al silencio y la claudicación. Tan inútil como pensar que a Pedro Sánchez le va a limitar algo que no sean sus intereses.
Si los procuradores que quedaron del periodo franquista entregaron el testigo, haciendo mutis por el foro y dejando el campo expedito a la democracia constitucional que llamaba a la puerta, Pedro Sánchez está recorriendo el camino hacia atrás, para volver a un sistema personalista, con un remedo de democracia, domeñada y adaptable, que le sirva como justificación para imponer los nuevos «principios fundamentales de su movimiento». No creo que sea un dictador, todavía, pero la criatura apunta maneras.
De momento está acabando con lo esencial del sistema judicial, porque él, que es el legislativo y el ejecutivo, no se resigna a ese tercer poder suelto e, imponiendo sus normas, sus candidatos o legislando a conveniencia, lo está dejando a la intemperie. Voluntariosos jueces aquellos que siguen estudiando e intentando impartir justicia. ¿Para qué sus sentencias si Pedro Sánchez, o sus peones, finalmente es el que se encarga de administrar las condenas? Si queremos saber la ruta que va a recorrer España con el sanchismo, lo mejor es escuchar a los independentistas, que después de aniquilar la sedición y la malversación ya hablan de imponer un nuevo referendo de autodeterminación. ¿Veremos a Puigdemont entrar en España pisando pétalos? Serán de la rosa socialista.
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