Amadeo de Saboya de Saboya, rey de España, se esforzó por resolver los problemas que tenía la nación, pero no tuvo suerte. Aquel rey había sido nombrado por las Cortes y a ellas se dirigió con una sentida carta llena de sensatez y verdades. Verdades ... que continúan teniendo vigencia en nuestros tiempos. Don Amadeo llegó a la convicción que «todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles, todos, invocan el dulce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cual es la verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para tamaños males» (11 de febrero de 1873). En sustitución de aquella monarquía las Cortes monárquicas, paradójicamente, proclamaron la Primera República (1873) que a los once meses terminó como el rosario de la aurora. No podía existir una república sin republicanos.
Los enemigos actuales de la nación los encontramos también entre los españoles. Hay quienes quieren subvertir el régimen constitucional de 1978, se sienten huérfanos de la Segunda República, que quieren resucitar con todo el guerra-civilismo incluido, otros centran sus ideales en la continuidad unitaria de la nación, pocos son partidarios de la fragmentación y algunos otros hasta proponen la separación. En estos últimos es donde se concentran los mayores enemigos de la nación.
En la ambigüedad calculada de la Constitución está el origen del mal, pues en el mismo artículo proclama la indisoluble unidad de la nación y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones, pero sin decir cuales eran unas y las otras. Estas dos proposiciones bien hubiesen merecido dos artículos independientes o dos apartados del mismo artículo y no solo la coma que las separa. Los padres de la Constitución creyeron en la lealtad constitucional que tendrían todos los partidos, pero no ha sido así. La circunscripción electoral es la provincia, por lo que la ley electoral es favorable a la concentración del voto frente al general del censo y así algunas formaciones políticas, PNV, ERC, EH-Bildu tienen una representación más numerosa con menos votos que otras formaciones con más votos en el conjunto nacional. En otros sistemas políticos democráticos se exige un porcentaje del centro electoral nacional, en Alemania el 5%, para tener representación en la Cámara de Representantes o Congreso de Diputados. Esto ha sido uno de los orígenes más perversos que ha tenido la práctica política, pues los nacionalismos periféricos utilizando las ventajas que les concedía la Ley Electoral se han convertido en árbitros de la política nacional (transferencias, obtención de indultos, supresión del delito de sedición…) y ha crecido su autoestima y es estímulo a la aparición de otros nacionalismos incluso provincianos, estando ante las puertas de un nuevo cantonalismo De su influencia desmedida y de la falta de lealtad constitucional proceden muchos de los males que nos perturban.
El nacionalismo que es el origen de estos males no lo conoció Don Amadeo, pues su germen es posterior, aunque por buscar ancestros y raíces algunos hayan creado un nuevo Adán en la figura de Aitor y otros en Breogán y todos en la lengua construyen el armazón de su edificio, cuando la raza, que defendía Sabino Arana, tras la experiencia nazi ya es de difícil justificación, aunque hasta no hace mucho lo han defendido vía apellidos y por el factor Rh, en la defensa de la singularidad racial vasca (X. Arzallus). En tiempos de Carlos Garaicoechea, lendakari vasco (1980-1985), se llegó a encargar un estudio para determinar las particularidades de la sociedad de Euskadi. Pero sí la lengua, de ahí el interés que unos tienen por extenderla por más territorios, que conformarían su territorio nacional y otros buscando la confederación con otros territorios. Se unificó el vascuence de laboratorio pues de varios nació uno, el batúa, y con apoyo del Gobierno español (concesiones a EH-BILDU) se extenderá su difusión por toda Navarra, incluso en zonas no vascófonas, con un objetivo claro: crear sentimiento de pertenencia a una entidad idiomática y nacional. Crear nación. El gota a gota sobre la infancia logrará los objetivos políticos propuestos. Para el nacionalismo el tiempo no es un problema. Otros que tenían una lengua con tradición y literatura no solo intentan defenderla, sino imponerla a costa de la lengua común el español, cuando coexistieron con normalidad. Si fuera todo tan sencillo no daría lugar a la división social, que se extiende en Cataluña, consecuencia del supremacismo nacionalista que es inherente al mismo. No es reconocimiento de la diferencia, sino el pretexto para la separación y la consideración de unos ciudadanos de primera y otros de segunda. Distinciones que ya hizo el nacionalsocialismo. Por la lengua unas capas de la sociedad serán las dominantes, mientras que otras las más numerosas y populares, las que levantaron con su esfuerzo el solar común, continuarán en la base de la pirámide social y todo ello con el amparo del Gobierno central, al haber hecho dejación en la defensa de la legalidad, y de organizaciones que por definición deberían buscar la igualdad, cuando no la hermandad, como la Iglesia, en la que se refugiaron todos los nacionalismos españoles, y los sindicatos (UGT y CC OO) que se han posicionado a favor del independentismo tanto en Cataluña, como en el País Vasco. El caso del niño de Canet de Mar no pudo ser más vergonzoso. Pero son muchos más los niños que no pueden estudiar en español en el territorio nacional a pesar de lo recogido en la Constitución.
Para todo, aún hay remedio: hacer justicia, pues esta no puede dejarse atrás, y poner cordura en la convivencia, que pasa por la coexistencia de las lenguas oficiales y la defensa de la lengua común, el español, siendo vehicular en todo el territorio y obligatoria en todas las administraciones y en los servicios al ciudadano, porque garantiza igualdad, y la exposición normal de los símbolos nacionales, como se hace con el resto de los países no solo europeos. Aquí en esta España nuestra se pueden exhibir los regionales con normalidad, pero no los nacionales. ¡Sorprendente!
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