Al punto de mediodía algunos ociosos ciudadanos acostumbramos a reunirnos en la terraza del antiguo 'Marca' para pegar la hebra, mientras damos cuenta de algunas ... cañas o vinos. Uno de los habituales contertulios era Pepe, conocido y famoso Pepe Extremadura. Solía aparecer con su variopinto terno multicolor, pañuelos, bufandas o extravagantes aderezos. Lo vamos a echar mucho de menos, sin duda.

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Dolorosamente hemos sido testigos del proceso de deterioro de su castigada salud, pero damos gracias a la vida, al Creador o a la diosa Fortuna por haber compartido muchas tertulias con el cordial, ameno y simpar Pepe.

Yo le decía que como Joe Louis o Muhammad Ali no hubo ninguno. Él, sin embargo, era acérrimo defensor del estilista, y tantas veces campeón, Ray 'Sugar' Leonard, sobre todo en aquellos combates con Roberto 'Mano de Piedra' Durán, Marvin Hagler o Thomas Earns. Pepe era un entusiasta aficionado al noble arte del pugilismo.

¿Dónde adquiriría la gran cultura que almacenaba? La parla con él era enormemente entretenida. Entre recuerdos y las infinitas anécdotas de su trajín como cantautor nos amenizó muchos ratos del cotidiano aperitivo.

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«Pepe, como Virginia Mayo, ninguna», lo provocaba yo. «¡Quita! A Dorothy Malone no la igualaban», aseveraba con fervor y entusiasmo. Si de deportes –sobre todo de su Athletic de Bilbao– era un experto, de cine no digamos. Y sobre todo, no había tarde en que no me avisara del pase en la televisión de alguno de los legendarios westerns, a los que, como servidor, era aficionado fiel.

Su amistad con famosos de toda clase, escritores, cantantes, actores... ¿A quién no había tratado? Su don de gentes y su vena de juglar lo llevaron a cantar y actuar en variopintos escenarios. Muy conocido en los círculos extremeños del País Vasco, su tierra de juventud y segunda patria, decía él. La primera, ya sabemos. Desde Valverde del Fresno hasta Monesterio cantó por los escenarios sus letras y sus versiones de nuestros poetas patrios, Chamizo o Gabriel y Galán.

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«Mira Pepe, eso del regionalismo o nacionalismo local es una filfa y un atraso», le asestaba yo sin qué ni paraqué. «No me extraña que diga eso un simpatizante de Bolsonaro». Y nos reíamos a mandíbula batiente. Hace apenas un mes nos acompañó un par de días seguidos. Su color y semblante nos alarmó. Nos temíamos lo peor. Él seguía con sus bromas y sus chascarrillos hilarantes, pero un hálito de tristeza dibujaba ya su mirada. Y no volvimos a verlo. Sabíamos que estaría en casa, al cuidado de su querida Isabel, pero ya no contestaba su móvil ni llegaban sus avisos de que tal o cual película la ponían por la tarde.

Adiós, amigo Pepe. Ojalá que desde el cielo puedas ver por un agujerito a tu querido Athletic. «Son muy malos, Pepe, no te empeñes». Siéntate un rato con tu amigo Paco Umbral, con el que viviste intensamente la noche madrileña. Saluda a Dorothy Malone o a Geena Davis (cuando llegue), que también te gustaba mucho, y acuérdate de nosotros, de Luis, de Tirso, de Paco Borja, del doctor y de tu amigo y paisano. Un abrazo.

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