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Victoria amarga, derrota dulce
Pilar Coslado
Jueves, 27 de julio 2023, 07:57
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Pilar Coslado
Jueves, 27 de julio 2023, 07:57
Escribo esto entre los ecos aún de la noche electoral, plagada de sesudos análisis sobre qué ha pasado y qué puede pasar, que no dejan de ser conjeturas para tratar de explicar un ecosistema complejo.
Por simplificar: Feijóo gana, pero los números no le dan, ... y más con el hundimiento de Vox. Sánchez pierde, pero no sufre ninguna debacle (es más, sube dos diputados).
¿Y a partir de ahora? Pues, como se suele decir, «lo más seguro es que cualquiera sabe».
Feijóo necesitaría tirar de toda su influencia con las meigas para dar con la fórmula que le permita mezclar agua y aceite, esto es, ganarse los votos a la vez de Vox y PNV.
Por su parte, Sánchez precisa complejas operaciones algebraicas para dar con una geometría variable, que podría ser suicida, cuando menos para su partido, que incluya a los independentistas, que suelen prestar su voto a precio de oro. Y más ahora, cuando a formaciones como ERC, Junts y PNV les urge un triunfo que vender en sus territorios, donde han perdido mucha influencia.
Se abre así una tercera vía: bloqueo y repetición de elecciones por Navidad.
Muy bien, dirá usted, y quizás lo piensen los gurús de los partidos, pero ¿qué pasa conmigo? Pues no sé a usted, pero a mí no se me pega el blazer al cuerpo.
Y no se me pega porque cualquiera de los escenarios que pintan contiene una elevada dosis de incertidumbre, y quienes nos dedicamos a esto de la empresa es lo que más tememos. Vivimos una situación de crisis geopolítica por la guerra en Ucrania, con una inflación subyacente aún disparada que amenaza con encarecer más el acceso a la financiación, frustrando la inversión productiva. Sazónelo con costes laborales al alza, escasez de materias primas y componentes y un mercado de trabajo que da síntomas de agotamiento.
Para poner la guinda, la UE ya advierte de que se acabó la fiesta, que hay que empezar a afrontar el déficit y la deuda ¿a costa de qué? Pues de reducir el gasto público o subir impuestos.
Enfrentar este panorama, y más cuando nuestro país preside por turno la UE, necesitaría de un gobierno fuerte y una oposición con altura de miras, y no parece que ahora mismo dispongamos de ninguna de las dos cosas.
¿No habría, entonces, ninguna solución? Sí, hay una: que PP y PSOE alcanzasen un pacto de Estado por la estabilidad. Me pueden llamar ingenua y pensar que tal cosa no ocurrirá nunca. Es posible que así sea, pero quizá habría que recordarle a nuestros próceres políticos la sentencia de Antonio Machado: «En política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela».
Y ahora mismo el aire sopla del lado de la necesidad de: visión con luces largas, certezas en las estrategias de desarrollo y solidez institucional. El político que no quiera o no sepa verlo y siga enrocado en su postura partidista y la rigidez de planteamiento terminará, más pronto que tarde, zozobrando cuando el viento golpee su vela mal orientada. No son tiempos para volver con el «no es no», sino que se lo pregunten a Albert Rivera, y a un partido llamado Ciudadanos.
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