Así hemos narrado la manita del Barça al Valencia

De repente, empieza un nuevo año sin darte cuenta de que han pasado 365 días del anterior, tan iguales y tan distintos que algunos ni los recuerdas. Mi tía abuela Petra, que rezaba el rosario ¡en latín! a diario, decía mucho una frase del evangelio ... de San Mateo: «Cada día tiene su afán», y lo decía en clara alusión a preocuparse por lo que sucede aquí y ahora, que mañana será otro día. Otra frase que me gustaba de ella era «la vida es dulce». Y es que a pesar de las cosas tristes que nos pasan, nos aferramos a lo bueno, al dulce de los días. Y hablando de dulces, los últimos los comí en Nochevieja, porque Año Nuevo lo pasé con un corte de digestión que no sé si fue por el frío de la noche o por el baile, pero se me cortó el cuerpo de tal manera que 'En el bello Danubio Azul' lo bailé de lejos y para palmear la marcha Radetzky tuve que darle para atrás al concierto de Año Nuevo. Maravilloso, por cierto, como siempre. En esta ocasión me alegró mucho que se tocara por primera vez la obra de una mujer, Constanze Geiger, que con tan solo 12 años compuso el 'Ferdinandus Waltz', que sonó precioso.

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Han venido luego los Reyes Magos, a los que estoy enormemente agradecida porque siempre aciertan con sus regalos. Mi rey mago es Gaspar, y el de mi hermana Baltasar. Así que recuerdo que, cuando era niña, la Nancy que me trajeron era pelirroja y la de mi hermana, negra. ¡Qué bonitas aquellas muñecas! Jugamos muchísimo con ellas y hasta mi madre jugaba, a su manera, haciéndoles vestidos. Qué felicidad de nancys y de infancia.

Los reyes dejaron de traerme muñecas, pero me siguen trayendo libros. Libros magníficos que llenan las estanterías de nuestra biblioteca, que ya está a rebosar. Hay tantos que estaré criando malvas mucho antes de leer ni siquiera la mitad. Pero cada libro que entra en nuestra casa es un tesoro que alojamos con la esperanza de abrirlo pronto y descubrir lo que guarda en su interior. Por eso me parecen tan valientes las personas que se atreven a abrir una nueva librería con nombre de pájaro en estos tiempos digitales de ebooks y otros ingenios electrónicos de lectura. No estoy en contra de ellos, pero prefiero el tacto de papel de las páginas de un libro, sus ilustraciones, su olor, su forma perfecta para encajarlo al lado de otros miles de libros en las estanterías abarrotadas de nuestra adorada biblioteca. Y así, estoy deseando abrirle la jaula a la poesía de 'La canción del pájaro toc' (Akiara books) o viajar por las ciudades de 'La ciudad' de Zadie Smith o Clarice Lispector, entre otros, en una edición de Nórdica bellamente ilustrada por Leticia Ruifernández. Espero hacerlo en breve, según vayan viniendo los afanes de los días de este nuevo año que acabamos de estrenar. Gracias Reyes Magos, porque la vida es más dulce con libros.

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