Lluvia
Un pájaro en mi ventana ·
Pilar López Ávila
Martes, 12 de diciembre 2023, 07:45
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Un pájaro en mi ventana ·
Pilar López Ávila
Martes, 12 de diciembre 2023, 07:45
Hay una frase de mi madre que se ha hecho viral en nuestra familia: «¡Vais a vaciar el Guadiloba!».
Lleva tantos años diciéndola, que ya cada vez que la escuchamos nos da la risa y, aunque exagerada, no le falta razón. La dice sobre todo ... en verano, con cara de verdadera angustia, también de enfado, cuando mis hijos y mis sobrinas sobrepasan con creces el tiempo establecido para una ducha con sentido común. Y es que, si lo pensamos bien, que se vacíe el Guadiloba sería una auténtica catástrofe. Hay que aclarar que Guadiloba llamamos por aquí al embalse que retiene las aguas del río homónimo, río, por cierto, de poca entidad, estacional y de caudal escaso, pero del que bebemos –y con el que nos duchamos– los cacereños, y también los sierrafuenteños y los malpartideños.
El embalse se construyó en 1970 y enseguida se quedó pequeño para abastecer a la población. Tanto es así que años después hubo de hacerse un trasvase para traer el agua de la cola del embalse de Alcántara en el cauce del Almonte.
A principios de noviembre, el Guadiloba ha hecho el primer desembalse porque está casi al 85% de su capacidad. Una gran noticia. Y todo gracias a la lluvia. Bendita lluvia la que está cayendo este otoño y con el invierno climatológico ya iniciado. Esa lluvia que cae día y noche, que cala los campos y llena las charcas, que deja charcos en los caminos, es la que necesitamos por esta tierra, tan agradecida, que con pocas gotas verdea alegremente, y no parece Extremadura, sino Asturias, ¡o Irlanda! Esa lluvia que recarga los acuíferos, que escurre por las pendientes y llena los cauces secos de los regatos. El Guadiloba, que nace como un arroyo entre Torremocha y Torrequemada, hace correr sus aguas hacia el embalse donde es retenido. Cuando lo liberan, recibe en su curso natural las de la Ribera del Marco. Luego desemboca en el Almonte que vierte a su vez en el Tajo. Y del Tajo al mar.
Cuando era más joven la lluvia me agobiaba, estropeaba mis planes, me entristecía el día. Ahora, sin embargo, agradezco los días lluviosos, aunque sean incómodos, porque la lluvia aleja la alargada sombra de la sequía, al menos durante un tiempo. Bienvenida sea esta lluvia, no la que cae en tromba y arrastra, en un instante, el suelo fértil y se lleva por delante infraestructuras y hasta vidas que tanto lamentamos. Esa lluvia desatada no, sí la lluvia mansa y serena, el calabobos que sin mojarte te cala entera.
Qué necesario se hace no malgastar luego toda esta agua, no olvidarse de las medidas de ahorro, tan sencillas de poner en práctica. Con mi alumnado las recordamos cada curso, ellos se las saben bien: ducharse con sentido común, reducir el tiempo que se está bajo el agua caliente y agradable de la ducha. Para conservar esta agua cuando deje de llover. Y para que mi madre no tema que se vacíe el Guadiloba.
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