
Viaje en tren
Un pájaro en mi ventana ·
Pilar López Ávila
Martes, 17 de septiembre 2024, 08:47
Secciones
Servicios
Destacamos
Un pájaro en mi ventana ·
Pilar López Ávila
Martes, 17 de septiembre 2024, 08:47
Viajo en tren a Madrid. Es un madrugón si quiero llegar a tiempo para hacer gestiones, pero echo hacia atrás el asiento, estiro las piernas ... y trato de conciliar el sueño. En vano, pues nunca he sido capaz de dormir en ningún transporte. Así que miro por la ventanilla. Oscuridad. Aún no ha amanecido y la luz del vagón impide ver las últimas estrellas. Hay, sin embargo, algunas ventajas de viajar en tren: son cuatro horas a Madrid sin el agobio del tráfico y, con un poco de suerte, veré algún ciervo cerca de la estación de Monfragüe. No hay ciervos, pero sí un bello amanecer. He leído que Renfe solo utiliza combustible diésel en el 20% del tráfico total de sus trenes, siendo la electricidad la energía que impulsa el 80% restante. Esto supone la reducción de más de 7 millones de toneladas de CO2 hasta 2030. Me pregunto por qué, si el tren tiene menos impacto ambiental y vive el mejor momento de su historia en España, no se invierte más en mejorarlo. Más líneas, trenes más rápidos, el AVE, ¡por fin!, llegando a Extremadura.
Me asalta de repente la duda de si mi tren sufrirá avería, no sería extraño, aunque este verano Extremadura se ha desquitado con los trenes que se han averiado o retrasado o ni siquiera han llegado a otras estaciones. Como uno que iba a Logroño y llegó cinco horas después de lo previsto; o como once que salieron con retraso de una estación de Barcelona. Claro que mal de muchos, consuelo de tontos. Mi tren sigue su marcha lenta pero segura, estoy cómoda y relajada. Es a la vuelta, en la estación de Atocha, cuando me doy cuenta de que sigo siendo una provincianita y le pregunto al de seguridad –que casi ni me mira porque está para otras cosas y no para atenderme a mí– si la megafonía ha dicho andén nueve porque no se entiende bien. Me monto a tiempo en el tren estacionado en el andén cuatro y, a punto de arrancar, sube una pandilla de adolescentes, riendo porque casi lo pierden. Corren por el pasillo hablando muy alto con la desaprobación de algunos que los miran con disgusto. Menos mal que caen en otro vagón. Deben estar armándola porque, unas pocas estaciones más allá, pasan dos de seguridad. Con eso se quedan quietos un rato. Me evado de la conversación que llevan mis extraordinarias compañeras de viaje, que han hecho el camino de Santiago desde todos sus trazados. Qué suerte, pienso, mientras veo una cierva entre las encinas cercanas a la estación de Monfragüe y disfruto de la puesta de sol.
Es en Cañaveral cuando la pandilla vuelve a irrumpir en el vagón, pero el tren ya se ha puesto en marcha hacia Cáceres. «¡A tomar por culo!» –con perdón–, es lo único que acierta a decir el que parece más espabilado. Quizás la única desventaja de viajar en tren sea estar pendiente de la estación en la que te tienes que apear.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.