La ampliación del grupo de los BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– a otros seis países supone un movimiento de gran calado geopolítico dada la identidad de los nuevos socios: grandes potencias petrolíferas como Arabia Saudí y Emiratos, el Irán de los ayatolás –abiertamente ... hostil a Occidente–, Argentina, Egipto y Etiopía. En plena guerra de Ucrania, estas incorporaciones añaden apoyos tácitos a Vladímir Putin. Ese factor, junto a la acumulación en el nuevo bloque de influencia de un 32% del PIB mundial, por encima del G-7, representa un contrapeso y un reequilibrio del orden internacional de consecuencias difíciles de evaluar. El objetivo anunciado en la conferencia celebrada en Sudáfrica de limitar la influencia de dólar en el comercio mundial con el impulso a las monedas locales puede agravar la actual tensión que ya enfrenta a Estados Unidos con China y Rusia. La ilusoria declaración de intenciones de los BRICS de construir «un mundo más justo, equitativo e inclusivo» solo pasará de la retórica a la realidad si se desactiva cuanto antes la guerra en Ucrania –lo que parece harto improbable– y se buscan soluciones a la actual tirantez política y comercial.
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