![La política engañosa](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202212/16/media/cortadas/FOTOART%c3%8dCULO_20221216180735-RcGhoJqJFClJoPGYKC9IS6J-1248x770@Hoy.jpg)
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La cosa no es nueva, viene de lejos y va a más. Esta semana hemos asistido a un nuevo capítulo de la película de falsedades en la que se está convirtiendo la política dentro y fuera de esta región. Nos estamos acostumbrando a que los ... políticos no cumplan lo prometido ni su palabra, a que sus posicionamientos varíen en función de sus necesidades y nos quieran hacer tragar con argumentos peregrinos su última vuelta de tuerca. Siempre claro en favor del ciudadano, por la convivencia en un territorio, por el progreso de una capital.
Estamos perdiendo la sana costumbre de llamar a las cosas por su nombre, tirando de circunloquios que dicen nada, de palabras huecas para defender una cosa y la contraria, presentando como intereses colectivos los que solo son personales.
En esta semana de medias verdades el alcalde de Badajoz, Ignacio Gragera, ha dejado el partido bajo cuyas siglas concurrió a las elecciones y obtuvo un acta de concejal en el Consistorio pacense. Gragera ya no es de Ciudadanos, ahora es del PP y será su candidato en las próximas elecciones municipales.
Más allá de lo que esta decisión suponga para el PP, a pesar de las sonrisas que reinaron en sendos anuncios, y dando por descontado que el alcalde de Badajoz está en su derecho de cambiar de siglas, no devolver el acta y mantenerse en el cargo, Ignacio Gragera es un tránsfuga que está incumpliendo el Pacto Antitransfuguismo firmado en 1998, actualizado en 2020 y rubricado por su viejo y su nuevo partido, Cs y PP, entre otros. Pero independientemente de haber optado por ser un tránsfuga, lo que resulta bochornoso es que el paso que ha dado, «difícil, meditado, que ha supuesto una reflexión profunda», lo haya hecho «en el convencimiento de que es lo mejor para la ciudad de Badajoz». Lo honesto hubiera sido añadir que también quiere seguir en política, continuar en la Alcaldía pacense y que para ello, con un Cs casi desaparecido, su mejor opción es el PP.
Pero la honestidad y la claridad parece que están en desuso en todos los partidos. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, experto en la política engañosa, nos lo recuerda casi cada día. Tanto es así que estamos llegando a un punto en el que podemos saber cuál será su siguiente paso, la próxima decisión que tome dando por hecho que será exactamente lo contrario de lo que anuncie o defienda. Sánchez, como ha recordado esta semana el ex vicepresidente Alfonso Guerra, dijo que no podía dormir tranquilo con Podemos en el Gobierno, aclaró que lo del 2017 en Cataluña no era sedición sino rebelión, aseguró que agravaría las penas, anunció que tipificará el delito de convocatoria de referéndum, garantizó que no habría indultos ni tampoco nunca un pacto con Bildu.
Ahora asegura que con la reforma a la carta de los delitos de malversación y sedición, «con el que la democracia queda desprotegida y ha costado mucho» ha recordado también esta semana Alfonso Guerra, solo busca seguir mejorando la convivencia en Cataluña y que nunca se celebrará un referéndum de independencia en esta comunidad autónoma.
No ya la oposición, no ya Alfonso Guerra, no ya barones socialistas como Page o Lambán, que sea por convencimiento o por cercanía electoral prefieren no confundir lealtad con sumisión, es que al Gobierno catalán no le caben dudas de que Sánchez incumplirá una vez más su palabra. «Estamos muy acostumbrados a oír de entrada al Gobierno que no», le ha respondido la portavoz del Govern, Patricia Plaja, tras recordar las negativas iniciales de Moncloa a crear la mesa de diálogo, a reconocer la existencia de un 'conflicto político', a la concesión de los indultos y a la reforma del Código Penal para derogar la sedición y retocar la malversación.
En Cataluña, frente a lo que dice Sánchez y refrenda Guillermo Fernández Vara en Extremadura, el 'conflicto' solo está silenciado porque el PSOE se ha plegado con una concesión tras otra a la hoja de ruta de los independentistas, que nunca han llamado al engaño, porque tienen muy clara cuál es y están cansados, además, de explicárnosla. Su nitidez en las ideas y en su defensa sería bueno que se extendiera a los que siguen tratando de disfrazar la realidad y se resisten a llamar a las cosas por su nombre.
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