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Verdades y mentiras

Pornografía

Dos chicas jóvenes congeniaron en 'First Dates' y una confesó que, en el sexo, le iba un poquito la caña. Y yo, estupefacto, me pregunté desde cuándo esas cosas se cuentan en la tele

JULIÁN RODRÍGUEZ PARDO

Martes, 22 de noviembre 2022, 08:11

Halyna llegó a Madrid pensando que la escena de sexo que iba a rodar sería algo puntual en su vida. Una manera rápida de ganar algún dinero con el que ayudar en casa. Y, tal vez, cumplir su sueño de independizarse. Dos hombres la esperaban ... en el aeropuerto de la capital. Se subió en su coche. Y, cuando ya dentro del vehículo le comentaron que no quedaban habitaciones libres en los hoteles de la ciudad, intuyó que las cosas empezaban a no parecerse a lo que le habían prometido. La instalaron en un piso de la zona centro y, literalmente, la dejaron encerrada en su habitación con un candado en la puerta. Lo que ella pensaba que iba a ser una única escena y de poca gente, se transformó en una bukake de casi cincuenta tipos frente a ella.

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Daniel casi se ofreció para ser él quien comprara la primera revista porno entre su grupo de amigos. Parece ser que, a él, le resultaba más fácil esconderla. Así que, como tantos adolescentes en plena ebullición del deseo y la curiosidad, fue a la tienda, la compró y la guardó en una especie de bolsillo oculto de su mochila. Daniel no pudo pensar, ni por un instante, que aquella revista cambiaría su vida al pulsar la tecla de las adicciones en su cerebro. Y pasó de aquellas páginas de papel al consumo de porno en el ordenador. Y de ahí a un matrimonio roto porque no hay mujer real –ni hombre– que puede igualar las proezas de una fantasía de segundos, o minutos, de la que tu cerebro siempre quiere más. Igual que si te metieras droga dura en las venas.

Halyna y Daniel cuentan sus historias en 'PornoXplotación', un documental de tres capítulos en el que Mabel Lozano –su directora– retrata a base de testimonios personales la crudeza de una industria multimillonaria en la que la violencia física y psicológica también está presente –aunque desde este lado de la pantalla, los espectadores no la veamos–. Daniel tiene la suerte de poder explicar su experiencia en primera persona, de poder dar la cara. Y su naturalidad abruma. Halyna, en cambio, no puede aparecer ante la cámara. Si lo hiciera, su vida correría peligro. Como las vidas de tantas chicas que habrán tenido que camuflar su identidad para que no las devuelvan al infierno o a un piso de Madrid centro.

Por cierto, pensarán que no tiene nada que ver, pero yo ya no estoy tan seguro. Ocurrió en 'First Dates' –el famoso programa de citas de la tele– no hace muchos meses y aún no lo he olvidado. Dos chicas jóvenes congeniaron durante la cena y, en medio de esa primera conversación de cortejo, una de ellas confesó que, en el sexo, le iba un poquito la caña. Yo, como un bobo en el sofá, enarqué al momento las cejas. La otra, que me parecía más tímida y renuente a hablar del tema, acabó admitiendo que a ella también le gustaba. Y yo, estupefacto, me pregunté desde cuándo esas cosas se cuentan en la tele. Y, sobre todo, en una primera cita. Pero supongo que he tenido suerte y no pasé de la revista de papel. Y, por eso, soy más rancio y sé menos que muchos jóvenes. Sin más comentarios.

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