![No hay preguntas](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202108/28/media/cortadas/op-manuela%20(1)-kO3C-U150364877851r3D-1248x380@Hoy.jpg)
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Pedro Sánchez visitó el pasado jueves Extremadura. Explicó a algunos jubilados los cambios que se van a hacer en el sistema de pensiones y compareció ante los periodistas en un parque. Colocó su discurso a los presentes y, como es cada vez más frecuente, ... no dio lugar a que se le preguntase por ningún asunto de actualidad. No hay preguntas, señoras y señores. Ustedes han venido aquí a escucharme, tomar notas y callarse como en misa. Hubiera tenido el mismo efecto si desde La Moncloa mandan a las redacciones un vídeo con su intervención.
No recuerdo qué presidente español inauguró la fórmula de comparecer ante la prensa sin dar opción a preguntas; sí sé que Mariano Rajoy la practicó a menudo, con sus famosos plasmas, y que Pedro Sánchez la ha perfeccionado. Lo raro ahora es que se permitan preguntas sin límite a los periodistas, esos sujetos que tienen la molesta costumbre de plantear cuestiones incómodas a los políticos. La pandemia, con las limitaciones de aforo para evitar contagios, ha acabado por rematar la sana costumbre de que los gobernantes comparezcan a pecho descubierto ante la prensa para dar cuenta de todo lo que les compete.
Algunos lectores pensarán que a la postre da igual. Los políticos están entrenados para sortear las cuestiones espinosas y contestar lo que les viene en gana. Cierto, pero incluso su manera de eludir las preguntas incómodas es de interés para los ciudadanos. El derecho a la información es uno de los puntales de una democracia, y los periodistas no hacen sino ejercerlo en nombre de los ciudadanos. En España se hurta demasiado a menudo ese derecho y las antiguas conferencias de prensa al presidente del Gobierno se han convertido las más de las veces en comparecencias propagandísticas en las que Pedro Sánchez coloca su discurso y a otra cosa. En ocasiones se ha planteado si no sería oportuno que las empresas periodísticas se plantaran y se negaran a mandar a redactores a estas comparecencias. Pero nunca ha habido una acción concertada para 'obligar' a los políticos a admitir preguntas a base de no darle cobertura a estas comparecencias.
También es justo reconocer que en Extremadura, hasta el momento, no se ha extendido esta práctica. Incluso durante la pandemia, en las comparecencias de los políticos extremeños no se han prohibido las preguntas. Se han podido plantear tanto a Vara como a Vergeles las cuestiones importantes de cada día. Y no habría que estar agradecidos por ello porque no hacen más que cumplir con su obligación: dar cuenta de las decisiones que toman, que nos afectan a todos.
La alergia que a Pedro Sánchez le producen las ruedas de prensa con preguntas casa con su resistencia, también conocida, a comparecer ante el Congreso para dar cuenta de asuntos de interés general. En estas semanas, el Gobierno, apoyado por sus socios, ha rechazado la petición para que el presidente explique en el parlamento la crisis de Afganistán o la devolución de los menores a Marruecos. Damos por sentado que la intención de la oposición es desgastar al Gobierno, ponerlo en aprietos ante situaciones difíciles de gestionar. Pero para eso está el Congreso, para que se debatan en su sede las decisiones que toma el Ejecutivo en asuntos peliagudos como los que nos ocupan. La oposición y la prensa siempre tienen derecho a hacer preguntas. Sobre cómo nos vamos de Afganistán, o sobre cómo y cuándo llega el tren a Extremadura. La disposición de los gobernantes a que ese derecho se ejerza sin cortapisas es un termómetro sobre su respeto a las normas de la democracia.
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