
Privilegios hereditarios
troy Nahumko
Sábado, 17 de septiembre 2022, 08:25
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troy Nahumko
Sábado, 17 de septiembre 2022, 08:25
La semana pasada mis compatriotas canadienses se despertaron con un cambio drástico. Mientras soñaban con osos, hockey sobre hielo y jarabe de arce, se produjo ... algo al otro lado del mundo que cambiará su forma de vida. Sin consultar, ni dialogar, ni siquiera pedirlo educadamente, se despertaron con un nuevo jefe de Estado. Como cuando despiertas con la peor de las resacas que Las Vegas o Magaluf puedan ofrecer: el nuevo rey Carlos III.
Después de 70 años en el trono, su madre, la reina Isabel II, fallecía y, tras toda una vida de espera, Carlos el Ansioso tenía por fin que ponerse a trabajar.
¿Pero qué tiene que ver el fallecimiento de un monarca extranjero con un Estado miembro del G7?
Pues porque Isabel fue su jefa de Estado hasta que falleció y, cuando lo hizo, su heredero se convirtió automáticamente en el Rey de Canadá. Es cierto que no solo se trata de Canadá, sino también de países como Australia, Nueva Zelanda, Jamaica y más islas del Pacífico Sur de las que ni sabías que existían.
Muchos tienen la idea de que este extraño incidente de la historia tiene algo que ver con la cacareada Commonwealth, pero no es así. Países independientes como India, Nigeria y Malta también son miembros de la Commonwealth, pero estas naciones eligen sagazmente a sus jefes de Estado entre sus propios ciudadanos. Sí, ciudadanos, no súbditos.
Isabel fue muy querida en Canadá y recordada por su fortaleza durante la Segunda Guerra Mundial, guerra en la que murieron muchos canadienses. Mi propia madre, de 76 años, no puede recordar la vida sin ser ella Reina. Una vez, cuando la Reina anunció una visita a mi provincia, Alberta, se construyó un extravagante retrete en medio de las Montañas Rocosas por si su Majestad se encontraba indispuesta.
Carlos es otra cosa.
Nunca se le ha perdonado el trato que dispensó a Diana, alguien a quien los canadienses, en su inmensa mayoría, sí querían. Su comportamiento despiadado tras su muerte no hizo más que consolidar la imagen de alguien completamente alejado de la realidad. Una imagen que no hizo más que empeorar volando por todo el mundo en jets privados dando lecciones sobre la necesidad de ser sostenible mientras decía que la gente que no parecían ‘británicos’ era porque eran morenos. Ahora es el ‘defensor de la fe’. Nótese la exclusividad del artículo definido.
Pero todo este sinsentido en realidad no tiene nada que ver con personas o sus personalidades. Un rey puede ser mejor o peor. Puede ser un racista encubierto, un bufón lascivo, un asesino de periodistas o uno preparado educado en Canadá, pero al final siguen siendo monarcas. Jefes de Estado no elegidos que normalmente solo pueden ser revocados por graves disturbios civiles o, peor aún, por una rebelión total.
Países como Australia, Jamaica, Belice y Antigua y Barbuda han iniciado consultas sobre reformas constitucionales y tenían intención de independizarse de verdad mucho antes del fallecimiento de la Reina; ahora esto solo lo acelerará.
Las resacas valen la pena si te has divertido. Pero si significa ver la cara de Carlos cada vez que miras tus monedas, es hora de pasar página.
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