El Gobierno español y el de Marruecos mantienen unas buenas relaciones fundamentalmente por ser países vecinos y tener muchos intereses comunes. Hace algún tiempo llegaron a un acuerdo para dar un nuevo destino al territorio del Sáhara Occidental, que en su día fue español, que ... va a mejorar esas relaciones de vecindad y cambiará el futuro del pueblo saharaui. Esto está dando que hablar a todos los niveles y, como se ha convertido en un tema interesantísimo, quizás merece la pena hacer unas reflexiones y sacar algunas conclusiones sobre la nueva dimensión del asunto.
Primero hay que considerar que el tema tiene muchas connotaciones nostálgicas y sentimentales. Hablar del territorio del Sáhara significa para nosotros el tener en cuenta muchas palabras, frases, ideas y situaciones que nos recuerdan a tiempos pasados de nuestra historia. Hablar de «África colonial», «pueblo saharaui», «época de la dictadura franquista», «Frente Polisario», «Marcha verde», «autodeterminación», etc., son expresiones que nos llevan a profundizar en sentimientos remotos. Y esta nostalgia y este sentimentalismo quizás no sea un elemento adecuado para ver la nueva situación con una perspectiva actual, realista y moderna.
Parece que, según lo difundido, la región saharaui ya no será objeto de un referéndum de autodeterminación para su independencia y se convertirá en una región con autonomía. Igual que en España donde hay 17 autonomías y dos ciudades autónomas. Por su parte, Marruecos reconoce la integridad del territorio español, incluyendo Ceuta y Melilla, que es un detalle importante si recordamos los no muy lejanos episodios de los saltos a las vallas.
En realidad, todo esto forma parte lo que se ha dado por llamar la ‘realpolitik’. Hay una mezcla de geoestrategia, de intereses económicos, de nostalgia para algunos y de sentimentalismo para otros. Pero podemos barajar también el pragmatismo, el realismo, lo práctico. Si el pueblo saharaui no ha conseguido celebrar ya el referéndum de autodeterminación que reconocían las Naciones Unidas hace casi cincuenta años, ya no lo van a conseguir en la vida y van a estar permanentemente sumidos en su ansia de independencia sin hacer nada más. Esto último se puede aplicar a territorios de nuestra península ibérica.
A España la nueva situación le viene bien porque cesará la presión incómoda sobre Ceuta y Melilla, sobre las Canarias, sobre la pesca, sobre la inmigración, sobre las aguas territoriales, etc. El territorio del Sáhara se convertirá en una autonomía, en una comunidad autónoma, como lo entendemos aquí. Y aunque los países no son iguales, Marruecos es pobre y España no, la situación puede ser posible con el tiempo, que será más realista, y el pueblo saharaui podrá tener Gobierno propio, presupuestos, carreteras, sanidad y educación públicas, servicios sociales universales, etc. Ya se que esto último es difícil pero el mundo occidental, y España la primera, tiene que implicarse con estas situaciones presionando para hacerlo posible y hacer que no se convierta en una quimera.
No es de recibo que se pretenda mantener la situación actual, pidiendo un referéndum que no se va a celebrar nunca, siendo, además coherente con lo que se defiende en España, donde la mayoría, de acuerdo con nuestra Constitución, rechazamos cualquier atisbo de independencia para Cataluña, Galicia y País Vasco, que se llevaría a cabo después de celebrar el correspondiente referéndum de autodeterminación. Tenemos que ser coherentes y solicitar para unos lo mismo que queremos para los demás.
Cada vez que hay un encuentro entre España y Marruecos, surgen multitud de cuestiones en torno a las relaciones entre los dos países y la nueva realidad. También hay personas y colectivos que le sacan punto a todo, a veces interesadamente. Se le puede pedir al Gobierno que siempre intente hablar con claridad, sin cortapisas, de la nueva realidad. Nadie puede pensar que hay algo que ocultar o que no se pretende decir toda la verdad de la actual situación con los nuevos parámetros. Por lo demás, pienso que el Gobierno ha tomado el toro por los cuernos y ha resuelto un problema que se había enquistado considerablemente, adoptando una solución que, a la larga, será beneficiosa, tanto para España como para el pueblo saharaui.
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